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Opinión #Opinión

1, 2 y 3, al colegio otra vez

3, 2, 1, ¡al colegio no va ninguno! Con estas rimas jugábamos cuando éramos chicos (cuando la única forma de ver el mundo era a través de los ojos de los mayores). Pues nos hemos metido en un terrible berenjenal jurídico que tiene una sola gran explicación: los posicionamientos hacia 2023. ¿Tan brutal? En la política —mundial e histórica— nunca se da puntada sin hilo. La cuestión es qué escenarios políticos se abren. No opinamos de los jurídicos, sencillamente porque no hablamos de lo que no sabemos.

 

 

La primera cuestión es quién lleva las de ganar en la opinión pública. El no funcionamiento de las clases presenciales desordena la vida cotidiana de todas las familias con hijos en edad escolar. Aquí conviene desempolvar la teoría del “primer metro cuadrado”: cuando un gobierno te desorganiza, los afectados trinan. El presidente aduce que tomó una medida sanitaria y no educativa. Está claro, pero como lo dijimos en esta columna un par de veces, la prioridad social es la economía y no la salud, porque sin ingresos todo lo demás se trastoca. A los que hacen teletrabajo ya no les causa ninguna gracia volver a tener a sus niños encerrados en su casa dos semanas. Es fácil imaginarse como lo complica a quien su dinero depende de salir a la calle a laborar.

 

 

La segunda es: ¿el lío jurídico es comprensible para un ciudadano común? Si los juristas no se ponen de acuerdo, imagínense el común de los mortales. Al habitante de a pie solo le importan 3 cosas: 1) los hechos, 2) los hechos y 3)…los hechos. Las cuestiones institucionales quedan de lado cuando todo se vuelve un infierno cotidiano. Adivino la frase popular: “¡Cómo te joden la vida estos tipos! ¡Por qué no se ponen de acuerdo y se dejan de joder!”. Todo lo demás es hojarasca.

 

 

Pero todo puede complicarse: si la curva se dispara más en el AMBA va a ser difícil para todas las instancias no pensar en una nueva vuelta de torniquete para bajar la circulación y evitar la saturación sanitaria. En ese escenario, el que va a estar en problemas es Horacio Rodríguez Larreta (HRL) dada su fe en la moderación de las restricciones. Por lo tanto, el cuadro puede ser tan cambiante que haga imposible calcular quién gana y quién pierde.

 

 

¿Hizo bien HRL en desconocer el fallo del martes 20 de abril? Como el fallo es un poco complejo de comprender, para nuestra visión era obvio que el alcalde iba a agarrarse de la interpretación que le permitiera seguir con las escuelas abiertas. ¿Por qué? Porque ir para atrás iba a quedar en el medio de la nada: para la política daba la imagen de ser apretable fácilmente, y para los padres el fastidio de no poder programar su vida y bancarse los costos. Para el público opositor se podía empezar a instalar la pregunta: mmm ¿este tipo quiere ser presidente y lo corren con la vaina? Reitero lo dicho en el punto 2: lo importante son… los hechos.

 

 

¿Comete HRL una transgresión jurídica institucional al desconocer el fallo? Como el fallo no es fácilmente comprensible y no queda claro qué debía hacer en función de la división de la biblioteca, es difícil de responder esta pregunta. En clave pragmática, le buscó la vuelta para no quedar presa de un fallo adverso.

 

 

Si HRL hubiese cometido una transgresión jurídica institucional, ¿eso lo vuelve incoherente con su discurso? Perdón que sea repetitivo: lo que importan son… ¡los hechos!

 

 

Al ir al enfrentamiento con el Gobierno nacional ¿pierde HRL su perfil de moderado? Esto da para escribir un libro acerca de cómo manejar en política el ecualizador de la moderación y la confrontación. Todo el tiempo confrontando cansa. Todo el tiempo moderado genera dudas sobre si el personaje tiene madera de líder. No es fácil. Sin embargo, vamos a plantear algunas coordenadas. Si al dirigente en cuestión se lo reconoce básicamente moderado, alguna que otra vehemencia de vez en cuando no lo perjudica. El problema es si cambia de estilo de modo permanente. Por lo tanto, como lo cortés no quita lo valiente, ni lo valiente quita lo cortés, lo importante es la habilidad para manejar el tono exacto cuando se confronta. Los hechos hablan por sí mismos.

 

 

Última reflexión: en América Latina al menos, la gente vota liderazgos que se expresan de diversas maneras. No necesariamente a caudillos carismáticos que hablan fuerte y carajean todo el tiempo. Ese modelo como única alternativa ya pasó. Pero sí quiere gente con energía y que se la banque frente a la adversidad. La cultura del fighter es muy importante. Como ya dijimos en alguna oportunidad, hasta el perro más manso tira el tarascón cuando se lo molesta demasiado.

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