Opinión

Superar la ???brecha??? cargada de odios y rencores

Está dicho que “los pueblos que olvidan su pasado se pierden en la noche de los tiempos”, pero también es cierto que -cuando se trata de un pretérito funesto-, reavivar constantemente las heridas de ayer, es ir a contrapelo de las superaciones que demanda un país para crecer en armonía, sin los desencuentros que lo resquebrajan y le impiden cicatrizar las llagas del odio y la revancha.

 

No olvidar el pasado, es tener consciencia de los sucesos que impactaron en nuestra historia, para no cometer errores semejantes, e incluso para rescatar ejemplos a seguir, si éstos contribuyen a un mañana de grandeza. Pero distinto es remover la historia, no para informarse de ella -e incluso para saldar cuentas aún pendientes ante la sociedad o la justicia, como en el caso de los que cometieron actos de terrorismo o represión-, sino tratando de reinstalarla desde una visión parcial y anacrónica. Parcial por un ánimo sectario que no reconoce el verdadero trasfondo de lo que ocurrió y sólo admite su propia versión de las cosas desde una posición cerrada –como ocurre con el kirchnerismo duro que busca desestabilizar al Gobierno de Mauricio Macri-, y anacrónica porque a la historia no se la puede reinstalar para rediseñarla antojadizamente. No se trata de escribir la propia historia, sino de hacer la gran historia de la Argentina.

 

Tampoco se trata de echar un manto de olvido a infaustas etapas que se vivieron en la Argentina, como en los años ’70, sino de establecer entre los argentinos el modo más conveniente que permita iniciar un camino de reconciliación nacional que, sin olvidar el pasado, se lo asuma como aprendizaje y enseñanza en su absoluta verdad, no para permanecer “in eternum” con heridas abiertas, sino para encontrar un rumbo hacia delante, por la propia salud espiritual de los argentinos, como nos pide el Papa Francisco. En cada uno está la capacidad de arrepentimiento y el perdón, anteponiendo el destino de la Nación antes que los resentimientos y rencores personales.

 

Cabe entonces una pregunta: ¿Cuál será la actitud definitiva que realmente ponga por el camino de la superación las amargas consecuencias que dejaron aquellos años de enfrentamientos?

 

El pueblo argentino no merece que perdure una “brecha” cargada de odios y resentimientos que nos sigan postergando ocupar un lugar digno en la historia.

 

 

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