Opinión

Cómo conviven los bienes tangibles e intangibles en la búsqueda de la felicidad

Me refugié en la barra y con un gesto amable ordené mi café. El día era uno de esos típicos días que en Madrid uno agradece el relax que ofrecen el murmullo y los aromas de esos templos de encuentro social. Los benditos bares. Pude ver un cartel publicitario que llamó mi atención. La publicidad de una conocida marca de tarjeta de crédito era elocuente. Enumeraba una serie de bienes que se pueden comprar, pero finalizaba con la frase: “Para todo lo demás existe…”.

 

 

Considerar lo intangible como el motor de la transformación personal es crucial en una vida cada día más larga, con cambios y etapas más flexibles. Esto es lo que sostiene la psicóloga Lynda Gratton, de la Escuela de Economía de Londres, en su exitoso libro The 100 year life y lo que muchas personas han decidido en un momento de sus vidas. Un cambio, una transformación.

Lo primero que propone Gratton es diferenciar entre bienes tangibles e intangibles. Una causa, un auto o un depósito bancario son parte de lo tangible, bienes que, por otro lado, son pasibles, por su existencia física, no solo de cuantificarlos fácilmente, sino de una depreciación por el tiempo o de la necesidad de una inversión para su mantenimiento. Del otro lado están los bienes intangibles como son la salud, la familia, las relaciones y las redes de contacto sociales, entre otros. Recursos que son complejos de medir y, por lo tanto, de valorar objetivamente.

 

 

A diferencia de los primeros, estos son difíciles de vender o negociar en los mercados tradicionales, de allí que su planificación e inversión sea todo un desafío. Sin embargo, estos bienes son los que habitualmente definen el estado de felicidad para una persona. Debe existir, claro está, una relación entre lo tangible y lo intangible, pero esta relación debe convertirse es una sinergia.

 

El dinero no hace a la felicidad, pero ayuda. Si felicidad significa, como lo es para muchos, vivir más, el ejemplo es claro y no proviene de un médico, sino de un economista. La conocida curva de Preston muestra cómo, logrado un cierto nivel de ingreso económico per cápita en los países, la expectativa de vida de sus habitantes alcanza un plateau y ya no se modifica. Este clásico estudio de Samuel Preston que fue repetido en 1900, 1930, 1960, y más recientemente en 2007, aún se mantiene vigente. Por ello, cada día cobra mayor importancia el equilibrio entre ingreso económico, algo completamente necesario para sobrevivir, pero también lo relacionado con la satisfacción vital.

 

 

Nos enfrentamos con un escenario que requiere nuevas habilidades propias, sentido de juicio crítico, una actitud mental flexible y ágil, y cierto grado de reputación personal; todos ellos son recursos intangibles y fundamentales. En este rango entran múltiples elementos, desde la altura o la belleza hasta el conocimiento. La evidencia así lo sostiene. El estudio publicado en 2004 por Judge y Cable fue lo suficientemente amplio como para mostrar cómo la altura se relaciona con el éxito en la carrera profesional de las personas; lo mismo con otro elemento intangible como la belleza, que también se relaciona con el éxito social.

 

 

Randy Thornhill es un entomólogo de la Universidad de Nuevo México y un pionero en el estudio del éxito social vinculado con la apariencia. Este investigador estudió las reacciones sobre imágenes manipuladas de rostros y demostró que los aspectos de la simetría corporal, incluyendo la longitud de los dedos, predicen éxito social. Por si fuera poco, las percepciones de las personas están exquisitamente ajustadas para detectar la perfección y los defectos en la piel o el cabello.

 

Por si esto no alcanzara, uno de los trabajos más recientes ha demostrado otra asociación y, al contrario de los viejos chistes sobre las rubias tontas, las personas hermosas también parecen ser más inteligentes. Sin embargo, la actualidad nos confronta con un escenario que requiere nuevas habilidades propias, sentido de juicio crítico, una actitud mental flexible y ágil, y cierto grado de reputación personal. En medio de ello, cambios y transformaciones. Fue en Madrid y el café lo pagué con mi tarjeta de crédito. ¿Los aromas, el murmullo y el relax de ese templo urbano? Hay algunas cosas que el dinero no puede pagar decía la publicidad.

 

 

(*) El autor es médico de familia (UBA) y doctor en Medicina por la Universidad de Salamanca (España). Autor de “De vuelta. Diálogos con quienes vivieron mucho (y lo cuentan bien)”. (Aguilar, 2015).

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