La Organización Mundial de la Salud (durante el último informe de 2010) definió al suicidio como el acto deliberativo de quitarse la vida. Este fenómeno social y multicausal depende de situaciones que no son exclusivas del sujeto, sino que son producto de diferentes factores vinculados al entorno en el que se encuentra y que inciden en la decisión de poner fin a su vida.
Al respecto, la licenciada en sociología Patricia Rojas brindó su análisis. Con respecto a la tendencia y los casos de este fenómeno, dijo que “en el contexto actual de pandemia, donde el encierro modificó radicalmente las formas de vivir, pensar y actuar, el fenómeno creció, no sólo con hechos consumados sino también con intentos de suicidios. Los cambios de ánimo, la sensación de soledad, el miedo, la angustia, el estrés, son otros factores que pueden llevar a que surjan estos pensamientos nocivos para los adolescentes”.
“La digitalización en las relaciones sociales produjo rupturas en los espacios de encuentro cotidiano, lo que trajo aparejado el aumento de las probabilidades de pérdida de interés por la vida, dado a que estas redes de apoyo, tales como las escuelas y los grupos de amigos, religiosos, deportivos, entre otros, se vieron afectadas por el aislamiento social, preventivo y obligatorio. Si bien, las estadísticas registran los casos consumados, resulta necesario considerar los intentos de suicidio, dado que estas situaciones no califican como un delito, por lo que no requieren de denuncias a la policía, produciendo que el hecho quede oculto en el seno familias, evitando la trascendencia del caso. Son estas circunstancias las que invitan a reflexionar sobre esta preocupante problemática, dado a que según informes estadísticos, constituye la segunda causa de muerte entre la población adolescente en Argentina”, agregó.
Asimismo, hizo hincapié en su importancia y destaque como factor de muerte en la sociedad. Por lo que indicó que según el estudio “Suicidio en la adolescencia. Situación en la Argentina”, presentado en el año 2019 por Unicef Argentina, el suicidio en nuestro país creció más de un 100% entre las edades de 10 a 19 años, llegando a ubicarse entre los países la tasa más alta de suicidios en Sudamérica. “A estas cifras se sumaron los efectos de la pandemia, en un marco social transformado, produciendo el ascenso en las estadísticas del suicidio adolescentes, por lo que sigue siendo un factor preocupante”, remarcó.
En otra parte del análisis, la profesional expresó: “Tanto en el suicidio como en los intentos, suele estar vinculado a causas que, combinadas con otros factores, podrían llevar a una conducta suicida. Los factores de riesgo pueden ser psicológicos, familiares, sociales, económicos y culturales, que se encuentran estrechamente relacionados unos con otros. Las causas más comunes pueden ser: frecuentes estados depresivos, falta de expectativas de vida y laborales, factores socioeconómicos, fracasos inesperados, suicidio imitativo, consumo problemático de sustancias, hostigamiento o acoso escolar (bullying) como acontecimiento vital humillante y ciberbullying, siendo estas las más comunes y en las que coinciden diferentes estudios científicos”.
“Es destacable una condición detectada en los últimos estudios sobre la problemática, que describe que, dadas las condiciones culturales atribuidas a los varones se reducen las posibilidades de expresar sus sentimientos y pedir ayuda, derivando, esta circunstancia en la existencia de una mayor cantidad de decesos en esta población, mientras que en las mujeres, se producen con mayor frecuencia las tentativas”, subrayó.
Patricia Rojas: “La prevención es una responsabilidad colectiva”
En última instancia, también habló sobre de qué manera deben actual profesionales e instituciones frente a esta problemática. Desde el Estado nacional, en el año 2015, fue promulgada la Ley Nacional de Prevención del Suicidio N°27.130, destinada a generar acciones para trabajar el suicidio y estableciendo los protocolos de intervención en los casos y prevención desde los organismos encargados de la problemática.
“Para intervenir en la problemática es importante sensibilizar a la población, generando espacios de contención psicológica y apoyo emocional para los profesionales y personal en general que intervienen en estas situaciones, y favorecer los espacios de reflexión conjunta y supervisión en torno a los casos. Las familias, deben prestar atención a las conductas cotidianas de los adolescentes, fortalecer las relaciones propiciando espacios de escucha y diálogo permanente, que permitan interpretar sus conductas y visibilizar las posibles situaciones de riesgo. En los casos de intentos de suicidio se debe fomentar la prevención, induciendo a las familias, consulta con profesionales para que estos intervengan, evitando que estas conductas se repitan”, explicó.
Asimismo, concluyó: “Resulta necesario acompañar la información, con mensajes que promuevan el valor a la vida, cuando se aborda la problemática desde los medios de comunicación, se emiten noticias sensacionalistas de los casos con conjeturas apresuradas sobre las posibles causas, que pueden resultar contraproducentes y fomentar conductas imitativas. Asimismo, es pertinente fortalecer la educación emocional en las instituciones, para que puedan desarrollar habilidades para afrontar las diferentes situaciones que se presentan en su vida. Desde los organismos de salud, seguridad y organizaciones de la sociedad civil, resulta significativo visibilizar y difundir sus funciones, como encargados de abordar y trabajar en materia de prevención y espacios de ayuda frente a la detección de conductas suicidas. Es sustancial reforzar el trabajo en redes, dado a que la prevención del suicidio es una responsabilidad colectiva y compartida, por lo que demanda de intervenciones efectivas”.