El pasado 1 del corriente, monseñor José Luis Corral cumplió sus 25 años de servicio sacerdotal, lo que generó una fiesta en Añatuya y en la provincia, reconociendo su trayectoria y su trabajo en las comunidades que componen el Obispado.
En este sentido, el prelado hizo una reflexión sobre el trabajo, los caminos recorridos y sobre todo el cariño y el impulso que la feligresía y la familia eclesiástica le brindaron durante este trayecto.
Palabras del obispo
“En estos días he tenido la gracia de celebrar mis 25 años de sacerdocio, nunca hubiera imaginado celebrarlo en Añatuya y junto a esta Iglesia diocesana que me ha recibido y con quien camino.
Al mirar atrás me surge dar gracias por mi familia, por mi comunidad de fe, de origen y por tantas personas que me fueron acompañando en el discernimiento de mi vocación y en la respuesta a este proyecto de vida centrado en Jesús y al servicio de su Misión”, afirmó el prelado.
El servicio como camino
“Ser cura es un camino nunca acabado, nos vamos haciendo curas junto a tantos hermanos y hermanas que se nos regala allí donde somos enviados; y ellos van puliendo el corazón, enseñándonos a ser pastores y en la fragua cotidiana de la vida nos vamos entregando al modo de Jesús en la medida que asumimos sus sentimientos para ser hombres del encuentro y hombres que traslucen algo de Dios”, afirmó el obispo.
Además, compartió su agradecimiento comunicando: “Dar gracias por el don del sacerdocio es también reconocer mis pobrezas, fragilidades, incoherencias, infidelidades y darme cuenta de que solo sostenido por la fidelidad de Dios, que se traduce en misericordia y gracia que nos abraza, es posible renovar la respuesta y el sí a cada paso y en cada momento.
Ser pastor, cura, obispo tiene sentido cuando lo vivimos conectados a la fuente que nos otorga identidad y que es Jesucristo y su Evangelio, y simultáneamente bien conectados a la vida del pueblo donde nos insertamos e integramos, juntos y cercanos a la gente, nunca como dueños o patrones y siempre como hermanos y servidores”, expresó Corral
El sentir de un agradecido
“Gracias por estos 25 años donde he cosechado muchas alegrías y aprendizajes, experiencias fecundas, caminos luminosos; aunque no faltaron dudas y oscuridades, experiencias de Cruz, tentaciones y fracasos. En la ofrenda del altar cada día he podido depositar los gozos y esperanzas, dolores y angustias propias y de la gente con quienes comparto sabiendo que el Señor Jesús los asume y transforma. Allí se nos ofrece en la comunión como Pan de Vida y Cáliz de bendición, su Cuerpo y Sangre, para hacer en memoria suya nuestra propia entrega por los demás y donde somos reconocidos como discípulos misioneros suyos”, finalizó el obispo de Añatuya, reconociendo la experiencia del servicio en pos de la comunidad.