Política

Quién fue Domingo Bussi, padre de Ricardo Bussi

Militar y genocida. Domingo Bussi, padre de Ricardo Bussi quien según dichos de Ítalo Cioccolani fue quien impulsó su candidatura y la de "Betty" Luján a diputados nacionales por la lista de Javier Milei, fue un temible y oscuro personaje sobre quien pesaron más de 600 causas penales en la vecina provincia de Tucumán.

 

En diciembre de 2004 la Cámara Federal de Apelaciones de Tucumán declaró que los delitos cometidos durante su período como gobernador constituían delitos de lesa humanidad, y decretó su procesamiento por ellos.

 

En 28 de noviembre de 2007, Bussi afrontó nuevos juicios orales, con Jorge Rafael Videla (expresidente de facto y otros 15 exjefes militares de la última dictadura). El juicio y las denuncias estuvieron a cargo del jueces federales Sergio Torres, Jorge Urso y Guillermo Montenegro, en la provincia de Buenos Aires.

 

Entre las acusaciones se encuentra, la privación ilegítima de la libertad, delitos de lesa humanidad, la desaparición de 72 personas y la megacausa ESMA.

 

El 28 de agosto del 2008, Bussi fue condenado a prisión perpetua e inhabilitación a prisión domiciliaria, junto con Menéndez. Tras la confirmación por parte de la Corte Suprema de Justicia de dicha condena, Bussi fue dado de baja del Ejército, lo cual implica la pérdida de su rango y su condición de militar, a través de una resolución del Ministro de Defensa Arturo Puricelli el 27 de mayo de 2011.

 

Murió el 24 de noviembre de 2011 en cumplimiento de reclusión perpetua por sus crímenes.

 

El día que Bussi salió a "cazar" mendigos

 

Tucumán es la cuna de la independencia. Con lo cual, el 9 de julio es una fecha de especial significación en la provincia más pequeña de la Argentina. Es costumbre la presencia del presidente de la Nación y la realización de un Te Deum. En 1977, el presidente de facto era el dictador Jorge Rafael Videla, que no perdía ocasión de recordar que Tucumán había sido el ensayo previo para el sistema de represión ilegal que se extendió a toda la Argentina.

 

Narra Tomás Eloy Martínez que “Fuese o no para impresionar a Videla, el pequeño tirano Bussi impartió aquel invierno de 1977 la orden de recoger a todos los mendigos de Tucumán en un camión militar y arrojarlos en los descampados de Catamarca. A cualquiera que conozca la desolación de esos parajes le asombrará la crueldad de la idea. En la región limítrofe entre las dos provincias hay sólo unos pocos árboles espinosos y enclenques. Los animales no se aventuran. Apenas oscurece, el aire se torna duro y helado -sobre todo en julio-, y durante el día cae un sol de muerte del que no hay cómo protegerse. Se puede andar veinte, treinta kilómetros por ese páramo sin encontrar un alma”.

 

La cacería

 

Durante tres días, los militares se dedicaron a cazar mendigos. El periodista Pablo Calvo reconstruyó los hechos en su libro Los mendigos y el tirano. Cargaron a los indigentes, veinticinco en total, en camiones y salieron a la ruta. Los bajaron de a grupos pequeños, con diferencia de varios kilómetros. Así los desperdigaron en la cuesta del Totoral, Los Altos y el puente de El Abra.

 

Era de noche, era invierno, hacía frío y los abandonaron desabrigados y sin comida. El poder absoluto de un Estado terrorista descargado sobre mendigos. Sigue Martínez: “Fue allí, en medio del desierto, donde los esbirros de Bussi desembarcaron a los mendigos. Eran quince o veinte, ya nadie lo sabe. Conocí a algunos de ellos durante la adolescencia, y pasé horas hablando con dos, al menos -el Loco Vera y Pachequito-, porque uno sabía canciones de las que ya nadie se acordaba, y el otro decía haber asistido al Juicio Universal, como el místico sueco Emanuel Swedenborg. Allí había aprendido quiénes eran los buenos y los malos de este mundo”.

 

Horas más tarde, habitantes de poblados catamarqueños de los departamentos Santa Rosa y Paclín se encontraron con personas desconocidas, que había salido de la nada, harapientas, con hambre y al borde de la hipotermia. “Las bolsas de agua caliente surtían efecto y los moribundos iban resucitando. Pedían mate con bombilla, pero lo recibían en taza. Querían volver a su tierra y dejar atrás ese cielo poblado de caranchos y otras aves carroñeras”, escribió Calvo en su libro.

Javier Milei

Estás navegando la versión AMP

Leé la nota completa en la web