El Gobierno sufrió una derrota estrepitosa en Diputados, la semana pasada, en la reforma por Ganancias. Había anunciado a los cuatro vientos que negociaba con los gobernadores, que tenía un frente que se iba solidificando para hacer número a las pretensiones “irresponsables” del massismo y parte de la oposición.
A la hora de los votos, fue arrasado: 140 a 86 (por muy por encima de la mayoría de 129, que es el quórum).
Algo estuvo claro: la Casa Rosada no quiso negociar. A los líderes parlamentarios de Cambiemos el titular de la Cámara, el macrista Emilio Monzó; el jefe del interbloque, el radical cordobés Mario Negri les “ataron las manos”. No lo dijo la oposición, fue confesión del propio oficialismo: “Queríamos la ley. Pero no nos dejaron hacer nada, nos subieron al pony para que nos cagaran a cachetazos”, contó un prominente oficialista.
Negociación
¿Por qué la Casa Rosada clausuró toda negociación? En el massismo conjeturan que no quería ley ahora (de hecho, incumpliendo una promesa de campaña de Macri, no la iba a mandar al Congreso este año y lo hizo bajo presión) para usar el tema en las paritarias del año que viene.
No esperaba que la oposición se juntaran massistas con kirchneristas. Lo notable es que los gobernadores no le sumaron a Cambiemos ni media docena de votos.
¿Qué hará el Senado este martes, que empieza la discusión? Allí irán gobernadores, y también la CGT que parece haberse despertado (un poco al menos) para defender la que fue su bandera Ganancias hasta que Mauricio Macri logró la paz por un tiempo (tampoco hubo paro este año) devolviendo dinero reclamado históricamente por las obras sociales (unos $ 5 mil millones cash de un paquete de $ 30 mil millones).
Hay final incierto en el Senado. Todo se está moviendo ahora mismo. Lo peor para un Gobierno que hace tiempo no pega una, es que Ganancias era “su” proyecto, “su” bandera, “sus” votantes: los asalariados de mayores ingresos, y la clase media de grandes centros urbanos que no es necesariamente macrista pero votó cambio. Que el Gobierno vete la ley antidespidos (teniendo en cuenta su filosofía proempresaria), vaya y pase, pero que vete Ganancias, parece el mundo al revés.
Después, lo político. El fracasado operativo lo manejaron los amarillos puristas del Gobierno, el jefe de Gabinete Marcos Peña, el consultor Durán Barba. Son los que ordenaron cerrarle los teléfonos a Massa, quien quería acordar. Macri llamó “impostor” al tigrense. En fin, clima de guerra.
El macrismo aprovechó el episodio para fortalecer su “purismo”. Alentó la teoría de “la conspiración” del “viejo peronismo unido”. Lejos de la idea de Monzó (quien fue armador del PRO en 2015) de “ampliar la base” de sustento del Gobierno, hacia el peronismo en particular. Termina Macri 2017 muy enfrentado con el massismo, sin que la economía arranque, con un cuadro social complicado, con pérdida de empleo. ¿Con quién anudará acuerdos parlamentarios en adelante, con los “K”? Parece difícil. “Si en todo esto hay una estrategia genial, no la vemos”, coincidían legisladores de distintas bancadas el día después.