Opinión

Las compras en cuotas en el contexto económico

Con posterioridad a la crisis de comienzos de siglo que sufrió la Argentina los bancos debieron recuperar su cartera de clientes. ¿Quién iba a poner un peso en los bancos después del corralito, corralón y cacerolazos?

 

 

Es así como surgió un nuevo modelo de negocios para atraer nuevamente a los clientes bancarios. Así nacieron las cuotas y descuentos que, poco a poco, fueron ganando terreno favorecidos por la inflación y la política económica de la era Kirchner con foco en el consumo.

El consumidor, buscando no postergar sus compras y esquivando la inflación cada vez más notoria en la Argentina, volvió a los bancos en busca de descuentos. Poco tiempo pasó y gran parte de los argentinos y argentinas se acostumbraron a colorear su billetera con un sinfín de tarjetas de crédito y de puntos.

 

 

Quién no oyó justificar el consumo con frases del estilo, “total tengo descuento y lo pago en cuotas”. Hasta se han hecho reconocidas publicidades con este tema. Una mujer que se tira bajo la persiana de un local cerrado que tiene descuento con esa tarjeta los días jueves para no perderse el “día de descuento”. Una compra de supermercado que se programa para el descuento de los miércoles… millas que se suman, puntos que se canjean.

 

 

Y el famoso plan “Ahora 12”, uno de los últimos manotazos de ahogado que se delinearon en plena campaña electoral para fomentar el consumo. Pero la pregunta es quién en realidad ganaba con estos descuentos y cuotas. Claramente los perdedores fueron aquellos consumidores desinformados y/o con menor disponibilidad de tiempo para comprar el día del descuento, y trabajadores de la economía informal o de bajos ingresos, sin acceso a líneas de crédito de las principales tarjetas.

 

 

En un contexto inflacionario se generan cambios en los precios relativos y se pierden los precios de referencia. Cuando los precios varían semana a semana y existen numerosos esquemas de descuentos, los consumidores “desconocen” el precio de los productos.

 

 

Aparecen situaciones en que el consumidor compra a precios que muchas veces están en su precio de reserva. Muchas veces el descuento se transforma en una ampliación del gasto (“llevo dos, total compro con descuento”) y ahí es cuando surge el engaño: la ampliación del gasto termina muchas veces excediendo la capacidad de pago de la tarjeta de crédito y los intereses que se pagan por deber el saldo son mayores que el descuento que motivó la compra. Se termina pagando un interés del 45% por deber un saldo que se originó en un deseo de “ahorrarse” un 25%. En este sentido, la alfabetización financiera es un pendiente en la Argentina. Proteger al consumidor es educarlo y brindarle información.

 

 

Hace unos días la Secretaría de Comercio puso en marcha un nuevo programa, el de los Precios Transparentes, que obliga a los comercios a trabajar con dos precios, uno de contado (efectivo, débito o tarjeta en un pago) y otro, el financiado (cuotas). Esto pone fin a las cuotas sin interés.

 

 

El objetivo: transparentar los precios, generar mayor competencia, lo que propiciaría un escenario de incremento de precios más moderado. Grandes dudas surgieron en relación con los efectos de este nuevo programa. ¿Los precios bajarán realmente? La respuesta dependerá del tipo de mercado en el que se encuentre el producto bajo análisis. La elasticidad de la demanda será uno de los condicionantes, pero seguramente no el único. Los costos de re-etiquetar los productos podrían condicionar el resultado. Los primeros resultados que se dieron a conocer en

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