Opinión

Claudia Sheinbaum asumió y ya anunció su lucha contra el narcotráfico

La histórica asunción de Claudia Sheinbaum como la primera presidenta de México marca un hito no solo por su liderazgo femenino, sino por las profundas expectativas de cambio que su mandato promete. En su primer mensaje a la nación, Sheinbaum dejó en claro que su gobierno busca profundizar la "Cuarta Transformación", enarbolando el "humanismo mexicano" como bandera y destacando que su enfoque para enfrentar la violencia del narcotráfico será distinto al de sus predecesores. No más guerra frontal: su estrategia pivota sobre la atención a las causas de la violencia, inteligencia, y una coordinación más robusta entre instituciones.

Uno de los aspectos más llamativos de su discurso fue la promesa de no regresar a la militarización como respuesta al crimen organizado. El fortalecimiento de la Guardia Nacional bajo la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), aunque genera inquietudes sobre una posible militarización, ha sido enfáticamente presentado por la mandataria como una acción orientada a mejorar la coordinación y la eficacia, no a establecer un gobierno de corte autoritario. La presidenta fue clara: “Cualquiera que diga que habrá autoritarismo, está mintiendo”. No obstante, la crítica persistirá sobre la verdadera independencia de las fuerzas civiles en un país que aún no ha superado su relación ambigua con el poder militar.

Sheinbaum apuesta por una política de seguridad fundamentada en la inteligencia y en un combate a la impunidad, algo que, si bien resulta prometedor, enfrenta enormes desafíos. La pregunta clave es: ¿cómo implementar esta visión sin caer en los mismos errores del pasado? Los gobiernos anteriores mexicanos también prometieron cambioLos estructurales en la lucha contra el narco, pero las políticas resultaron ser variaciones de una estrategia bélica, dejando una estela de violencia que aún lastima a su nación.

López Obrador entrega la banda presidencial.
Su discurso insistió en que la atención a las causas de la violencia será una prioridad. Es decir, combatir la pobreza, el desempleo y la falta de oportunidades que suelen empujar a miles de jóvenes hacia el narcotráfico. Esta postura, sin duda, se alinea con su compromiso de mantener y aumentar los programas sociales, una política que ha sido crucial para reducir la pobreza en los últimos años, como lo mencionó en su discurso. Sin embargo, atender las causas estructurales de la violencia no dará frutos inmediatos, y es en ese ínterin donde su gobierno enfrentará la verdadera prueba.

Otro de los pilares destacados fue el combate a la corrupción y la impunidad, prometiendo cero tolerancia. Si bien es alentador, la realidad mexicana ha demostrado lo complicado que es enfrentar a un sistema que históricamente ha sido permeable a las redes del narcotráfico. Sheinbaum tiene una gran tarea por delante en este sentido, sobre todo en fortalecer las instituciones judiciales y de procuración de justicia, que son las que deben garantizar que la impunidad no siga siendo la norma en los crímenes relacionados con el narcotráfico.

Por otro lado, la presidenta anunció proyectos que van más allá del combate al narcotráfico, como sus planes de infraestructura para trenes de pasajeros y carga, y su compromiso con la soberanía alimentaria y el cuidado del agua. Estas propuestas buscan fortalecer el desarrollo nacional y desarticular la dependencia de México de los modelos neoliberales, que según Sheinbaum, han fracasado. Si logra cumplir con estas promesas, no solo consolidará su mandato, sino que habrá sentado un precedente de gobernabilidad orientado al bienestar social, algo que sus predecesores no lograron con el mismo énfasis.

No obstante, el verdadero reto de su presidencia será equilibrar esta visión social y de desarrollo con una política de seguridad que, en la práctica, pueda responder a las necesidades inmediatas de un país que sigue azotado por la violencia. La promesa de poner su vida al servicio de la patria es valiente, pero también arriesgada. El tiempo dirá si Sheinbaum puede, en efecto, mantenerse fiel a sus principios sin ceder a la presión de quienes demandan soluciones más rápidas y drásticas, pero potencialmente más destructivas.

La presidenta mexicana ha inaugurado un gobierno que aspira a hacer historia. Su liderazgo será fundamental en esta coyuntura crítica, y aunque su mensaje fue esperanzador, las circunstancias exigirán resultados tangibles que demuestren que el humanismo mexicano no es solo una promesa política, sino una realidad palpable para los millones de mexicanos que anhelan un cambio verdadero.

 

DS

DS México

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