Ni bien inició su papado, Francisco viajó a Lampedusa, una isla italiana de 20 kilómetros cuadrados parte del archipiélago de las Pelagias, ubicada en el mar Mediterráneo. Llegó, se hizo lugar entre la gente y, sobre la costa, arrojó al mar una guirnalda de flores blancas y amarillas en memoria de quienes huyeron de sus países en busca de un destino mejor, pero encontraron la muerte. Allí, clamó contra la “globalización de la indiferencia”, se reunió con migrantes sobrevivientes y flexibilizó los protocolos para poder llegar a la gente (y que la gente llegara a él). Ese fue el primer paso para la construcción de un mandato vaticano que fue bien diferente a los anteriores y no sólo porque era el primer Pontífice no europeo. Fue diferente porque buscó que la Iglesia saliera a las periferias del mundo, en donde las y los pobres sean el centro. A lo largo de los años, intentó hacer mucho más: incorporar mujeres, reconocer el legado de los pueblos indígenas y hasta ser un actor clave para la resolución de los conflictos bélicos más sangrientos, como en Gaza.
Francisco -o Jorge Bergoglio, su nombre real- se convirtió en el primer papa latinoamericano y jesuita el 13 de marzo de 2013. Eligió su nombre por San Francisco de Asís, caracterizado por su voto de pobreza, humildad y entrega hacia los pobres. Esa austeridad es la que intentó poner al frente desde que llegó al Vaticano.
"No creo que haya ningún dirigente de trascendencia mundial que tenga una posición tan critica del sistema capitalista liberal como la que tiene el Papa", definió ante El Destape el cura Eduardo de la Serna, de Opción por los Pobres y director pastoral de la parroquia San Juan Bautista, en la localidad bonaerense de Quilmes. Con esas palabras definió a un Papa que desde que llegó al máximo cargo de la Iglesia Católica hizo grandes gestos a nivel internacional y buscó llevar adelante pequeñas modificaciones internas para multiplicar las voces y la diversidad de miradas en una institución resistente a los cambios y, por más paradójico que suene, muchas veces ajena a tener una mirada compasiva sobre las y los que menos tienen.
Francisco y el progresismo
"Francisco no es un tipo de izquierda, sino alguien que quiere ampliar los límites de la Iglesia", definió el sociólogo del Conicet Fortunato Malimacci. Para el estudioso de los discursos del Papa su intención fue "sacar de la verticalidad a la Iglesia" más allá de las dificultades con las que se encontró y que asumió su cargo, dijo, en medio de una fuerte crisis en la feligresía católica, que para 2021 perdió más de 200 mil fieles en Europa, según datos de la Igelsia.
A diferencia de sus antecesores inmediatos -Juan Pablo II y Benedicto XVI- colocó en el centro de sus discursos la crisis climática y de migrantes, dos cuestiones que hasta su llegada habían recibido poca atención por parte del Vaticano. Lo hizo en el "Laudato sí", la encícilica que sentó las bases del pontificado, publicada en mayo de 2015, que hace énfasis "en el cuidado común", habla de la defensa del medioambiente y del cambio climático. Algo para muchos católicos considerado como un "manifiesto ecologista para el mundo". Al que luego le sumó "Fratelli tutti" (2020), que trata el tema de la justicia social a través del concepto de "fraternidad universal".
“Ir a la isla de Lampedusa fue decirle claramente a Europa ustedes cierran las puertas y, sin embargo, antes fueron y saquearon todos estos lugares”, dijo el cura Paco Olveira, también de Opción por los Pobres al ser consultado por El Destape.
“Puso en el centro a la ecología, pero no como una cuestión abstracta, sino como algo que tiene que ver con la vida de los pobres. En el mundo, por lo general, hay algunos que se enriquecen y otros se quedan abajo”, dijo Olveira y, en esa línea, trajo a la memoria escritos previos a su llegada a Roma en los que hace una fuerte crítica al sistema capitalista y sostiene que el Estado es necesario que esté presente para que distribuya las ganancias. También, apuntó el rol que otorgó a los movimientos sociales “como futuro de nuestra humanidad”.
Otro de los puntos que lo distanció de sus antecesores es su posición sobre la homosexualidad: “¿Quién soy yo para juzgar?”, respondió cuando le preguntaron sobre el tema y, luego, tomó la decisión de permitir que los sacerdotes bendigan a “parejas en situación irregular”. Entre ellas, parejas del mismo sexo -a quienes también les permitió apadrinar a niñas y niños-, incluso llegó a denunciar la criminalización de la homosexualidad-. “Si bien no hay cambios estructurales en este aspecto, para un buen sector de la Iglesia eso es una herejía. Sin ir más lejos, la máxima autoridad de la argentina -Jorge García Cuerva- apoyó la última Marcha Antifascista y Antirracista del 1 de febrero, esas cosas se van dando porque desde Francisco hay una apertura que va permeando a la iglesia en general, pero con muchísimas resistencias”.
"Algunos de esos cambios son de forma. Uno desearía que perduraran en el tiempo, pero no sabemos si será así, si durarán en el tiempo. Se necesitan tres o cuatro papados como para que se consoliden con el tiempo", reconoció De la Serna, quien destacó el rol de Francisco sobre la "importancia que le dio a las víctimas de la sociedad" y el hecho de que con su prédica haya "habilitado" poder decir que "el Evangelio es de los pobres", algo que anteriormente era como mirado de reojo cuando lo planteaban.
El Papa y los pueblos originarios e indígenas
"Pido humildemente perdón por el mal cometido por tantos cristianos contra los pueblos indígenas", dijo el pontífice de 85 años al reconocer formalmente que "muchos miembros de la Iglesia" cooperaron en "la destrucción cultural y la asimilación forzada". El hecho fue considerado histórico ante lo que los pueblos indígenas denuncian como un genocidio.
Primero había reconocido esos crímenes en 2015, cuando visitó Bolivia y pidió "humildemente perdón" no sólo por "las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América". Luego, siete años después, lo repitió en referencia a los crímenes cometidos contra los pueblos originarios sucedió en una escuela de Maskwacis, Canadá. En ese lugar, específicamente, fueron halladas 160 tumbas sin identificar, pero en realidad, se presume que miles de niños y niñas indígenas fueron separados de sus familias y llevados a internados dirigidos por sacerdotes y religiosas católicos desde finales del siglo XIX y hasta la década de 1990, como parte de un programa que pretendía crear una integración cultural de los nativos con la cultura blanca gobernante a través de 139 internados administrados por la Iglesia Católica.
En ese camino, Francisco fue por más. Pregonó, como apuntó Paco Olivera, una perspectiva en la que los colocó como actores fundamentales en la defensa del futuro y del medioambiente. “Ignorar a las comunidades originales en la salvaguarda de la tierra es un grave error, es el funcionalismo extractivista, por no decir una gran injusticia. En cambio, valorar su patrimonio cultural y sus técnicas ancestrales ayudará a emprender caminos para una mejor gestión ambiental”, dijo un año más tarde en su discurso a los participantes en la 6ª Reunión Mundial del Foro de los Pueblos Indígenas.
Con el correr de los años, llamó a promover el diálogo con ellos y defendió el valor de la herencia como de sus territorios desde la institución que fue clave en la época de la colonización para desterrarlos, despojarlos y hasta para desaparecerlos.
Reformas dentro de la Iglesia
En 2018, destituyó al cardenal estadounidense Theodore McCarrick, condenado por agresión y por encubrir cientos de casos de pederastia y descabezó a la Conferencia Episcopal chilena por encubrir abusos. Un año más tarde se realizó una cumbre contra la pederastia, que reunió a 150 obispos obligados a escuchar numerosos testimonios de víctimas. Reconoció, también, abusos sexuales a monjas por parte de sacerdotes y casos de esclavitud y trata de personas. Esos fueron los primeros pasos de cara a intentar establecer un cambio histórico, en 2021.
Ese año, Francisco impulsó cambios en el Código de Derecho Canónico para poder criminalizar de forma explícita los abusos sexuales por parte de sacerdotes. La clave se encuentra en dos artículos, el 1395 y el 1398, a través de los cuales determinó que los abusos a menores son delitos contra la dignidad de las personas. Además, desde ese momento la Iglesia pasó a reconocer el abuso contra adultos y eliminó la discreción, que permitía a obispos y superiores religiosos ignorar o encubrir el abuso, dejando en claro que pueden ser considerados responsables de omisiones y negligencia al no investigar y sancionar adecuadamente a sacerdotes implicados.
Esas modificaciones, de todos modos, no resultaron del todo como se esperaban. Tras cinco años de su aplicación, el primer informe de la Comisión para la Protección de Menores develó graves deficiencias en el tratamiento de las denuncias, con casos de revictimización y "fragmentación de las responsabilidades". Aún así, sobre este tema, actuó hasta sus últimos días: estando internado, el Papa aceptó la renuncia del obispo Jean-Pierre Blais, de 75 años, acusado de abusar de una menor.
En el 2019, también había intentado otro cambio trascendental. Fue en el Sínodo de la Amazonía, cuando se promovió que hombres casados se pudieran ordenar como sacerdotes y que las mujeres pudieran ser diáconas -el paso previo a ser sacerdotisa-, medidas que quedaron en suspenso. "Hay cosas que no pudo. Como que las mujeres tengan un cargo jerárquico, eso en Roma se tiró para atrás, pero se hizo todo un movimiento para que dentro de la Iglesia haya mucha menos jerarquía y mucha más igualdad. Que haya una sinodalidad, que es un encuentro circular", remarcó Paco.
Más allá de las resistencias, Francisco se fue con un triunfo: nombró a dos mujeres en altos cargos del Vaticano en enero de 2025. La monja italiana Simona Brambilla, quedó al frente del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, el ministerio que se ocupa de todos los religiosos y religiosas del mundo; la monja será la superior de un cardenal. Y sor Raffaella Petrini asumirá el 1 de marzo la segunda autoridad más alta del poder Ejecutivo vaticano, a cargo de la secretaría general de la Gobernación, responsable de las cuestiones administrativas.
Tras salir de más de 30 días de internación, Francisco siguió apostando al trabajo: siete días antes de fallecer decidió la disolución del Sodalicio de Vida Cristiana (SVC), una organización religiosa acusada de cometer abusos físicos, psicológicos y sexuales contra sus integrantes, anunció su supresión definitiva tras 52 años de existencia. La organización además deberá entregar todos su bienes para resarcir a centenares de víctimas.
En su última aparición, durante el domingo de Pascua, sus críticas contra la política anti migrantes de Estados Unidos. Eso, nada menos que después de haberse encontrado con el vicepresidente de ese país, JD Vance, representante de sectores ultra conservadores de la Iglesia.
Con información de El Destape