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El Mundo

Francisco, el Papa que denunció la crisis climática y defendió la agricultura familiar

Desde el Vaticano, el Papa Francisco llevó el debate sobre la crisis ambiental y los modelos productivos al centro de la escena global

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Crédito: Ámbito FInanciero

Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa latinoamericano de la historia, falleció el 21 de abril de 2025. Su figura trasciende la dimensión espiritual: durante más de una década, Francisco se convirtió en un actor político, ético y ambiental de escala global. Su mensaje impactó en organismos internacionales, en gobiernos, en movimientos sociales y también, de forma clara y profunda, en el sector agropecuario.

Con su estilo directo y sin concesiones, el Papa Francisco cuestionó las bases del sistema económico actual, denunció la desigualdad ambiental, rechazó el modelo extractivista y defendió una nueva ética del desarrollo rural. En un mundo marcado por el colapso climático, las tensiones productivas y la exclusión social, sus palabras siguen siendo una guía incómoda pero necesaria.

 

Laudato si’, Laudate deum y la crítica al modelo extractivista

En junio de 2015, Francisco publicó Laudato si’, una encíclica que modificó el modo en que el Vaticano —y buena parte del mundo— abordaba el cuidado del ambiente. Pero el texto no se limitó a señalar los daños provocados por el hombre: fue un alegato contra el paradigma dominante, una crítica lúcida y valiente a la tecnocracia, el extractivismo y el consumo desmedido.

“La Tierra, nuestra casa común, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”, escribió, aludiendo al modelo de desarrollo lineal que convierte recursos en residuos sin internalizar sus consecuencias sociales y ecológicas.

Francisco rechazó el enfoque simplista que intenta resolver el problema climático con fórmulas técnicas o de mercado. Su mirada fue más profunda: entendió que el ambiente no puede pensarse separado de la economía, la política y la cultura. Denunció que los más perjudicados por el cambio climático son quienes menos lo provocan: los pueblos rurales, los trabajadores agrícolas, las comunidades campesinas. En este sentido, detalló que “el clima es un bien común, de todos y para todos. Pero sus efectos afectan especialmente a los más pobres.”

El concepto de ecología integral, uno de los ejes del documento, resume su propuesta: una visión holística que entiende que los vínculos entre ser humano y naturaleza están atravesados por la justicia, la inclusión y el respeto. Por todo esto, Francisco pidió un cambio de raíz en la manera en que las sociedades producen, consumen, distribuyen y se relacionan con el territorio.

Ocho años más tarde, en 2023, el Papa volvió a intervenir en el debate climático global con Laudate Deum. Si Laudato si’ había sido una carta abierta al mundo, esta nueva exhortación apostólica funcionó como un grito de advertencia: el tiempo se agotaba, la emergencia se había instalado y los compromisos seguían sin materializarse.

En el texto, Francisco fue categórico y alertó que “ya estamos pagando el precio de la inacción. No se trata de una fantasía alarmista: los hechos son concluyentes y el cinismo frente a la evidencia solo acelera la catástrofe”.

Criticó la falta de voluntad política, el greenwashing corporativo y la débil implementación de los acuerdos multilaterales. Además, rechazó la idea de que las nuevas tecnologías puedan por sí solas revertir el deterioro ambiental. Reivindicó, en cambio, la necesidad de una reforma estructural del sistema económico global.

Uno de los aportes más relevantes de Francisco al pensamiento contemporáneo fue su cuestionamiento del modelo extractivo, en el que se basa buena parte de la producción agroindustrial actual. El Papa denunció con claridad que la explotación de la tierra sin límites genera exclusión, daño ambiental y dependencia económica.

Al referirse a este punto, Francisco denunció que “el extractivismo convierte a la tierra en mercancía y al trabajador rural en objeto prescindible. Este sistema no puede sostenerse ni ética ni ecológicamente.”

En América Latina —y especialmente en Argentina— estas palabras encontraron eco. Las problemáticas vinculadas al avance de la frontera agrícola, el monocultivo extensivo, el uso intensivo de agroquímicos y la concentración de la tierra siguen vigentes. Francisco no propuso eliminar la producción, pero sí modificar su lógica, integrando criterios de justicia social, sostenibilidad y arraigo.

 

Un legado que interpela al futuro

Francisco no dejó recetas cerradas, pero sí una hoja de ruta. En un mundo en tensión entre el hambre y el despilfarro, entre la producción récord y la exclusión rural, su propuesta de ecología integral sigue vigente.

El Papa no planteó volver al pasado, sino construir un modelo de desarrollo en el que producir alimentos no implique degradar la tierra, excluir trabajadores ni perpetuar la inequidad. Su defensa del agro familiar, su crítica a la concentración económica y su reclamo por justicia ambiental quedaron marcados como hitos de su pontificado.

Con información de Ámbito Financiero

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