
La gran pregunta que atraviesa al mundo –creyente o no- es quién sucederá al Papa Francisco. Hay mucho más en juego que la importantísima necesidad, para miles de millones de católicos, de contar con un guía espiritual. En esta elección de un nuevo líder de la Iglesia Católica también se juegan las internas vaticanas, los intereses de poder político y financiero y, sobre todo, la influencia que la futura orientación geopolítica del Vaticano, con su enorme peso, pueda ejercer sobre un mundo como el actual que atraviesa una transformación histórica.
¿Cuáles son esas fuerzas que mueven hilos detrás de los cardenales que elegirán al nuevo Papa? ¿Hay lobistas de Davos como opinan algunos expertos en política internacional? ¿Cuánto inciden las fuerzas globalistas o las de la desglobalización? ¿Cuánto las que bregan por el unipolarismo de Estados Unidos o las que empujan hacia a la multipolaridad?
En las muchas entrevistas y conversaciones que he tenido esta semana, entre las que quiero destacar especialmente la ayuda de Carlos Custer, ex embajador argentino ante la Santa Sede, la respuesta fue unánime: imposible saberlo con exactitud porque se trata de un mosaico multidimensional donde mezclan convicciones, intereses y valores profundos. No obstante, hay datos muy interesantes.
Para el sociólogo argentino Fortunato Mallimacci “las tensiones en la sucesión de Francisco van a estar presentes ya que hoy por hoy, el mundo católico con Francisco es una de las expresiones mundiales –tal vez en soledad- que deslegitima el neoliberalismo y el capitalismo salvaje”.
En efecto, durante su mandato, Francisco corrió los límites hasta zonas de incomodidad para los más poderosos actores mundiales. En ese sentido, el mexicano Bernardo Barranco, catedrático de Sociología del Catolicismo Contemporáneo en la Sorbona, en una entrevista televisiva, dio algunos ejemplos.
“La encíclica Laudato Si (2015, sobre ética ambiental) afectó los intereses de las empresas petroleras. El Sínodo Amazónico (2018), perjudicó a las grandes empresas de extracción y a las madereras. Es que el Papa no tiene solo una función espiritual sino una función política nodal en Occidente”, aseveró.
A Francisco le tocó dirigir la Iglesia Católica en un momento de metamorfosis, de emergencia de Oriente sobre Occidente, de revoluciones tecnológicas radicales, de nuevas formas comunicación y de cambios profundos de los seres humanos en la Tierra.
El momento Wojtyla
Que el Vaticano interviene en el tablero de la geopolítica planetaria no siempre es evidente, aunque es real. Un ejemplo no tan obvio pero muy significativo es el del papa polaco Juan Pablo II. Karol Wojtyla, un activo anticomunista, junto a su co-equiper y luego sucesor, Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), fue una pieza fundamental en la mutación global que terminó con el fin de la Guerra Fría y el triunfo del neoliberalismo.
Juntos gobernaron 34 años. Juan Pablo II estuvo desde 1978 a 2005 (desde las Reaganomics hasta el No al ALCA, para enmarcarlo en hitos históricos). Su papado, metódicamente militante contra el marxismo y la teología de la liberación en Latinoamérica, fue una herramienta decisiva para voltear el comunismo en Polonia, luego en Europa Oriental y, finalmente, en la Unión Soviética.
Desde ya no fue la única causa, pero un actor clave en el fin del comunismo en Polonia fue el Sindicato Solidaridad, fundado en 1980 y dirigido por Lech Walesa. Con Juan Pablo II en el Vaticano, la Iglesia Católica participó activamente en la organización del sindicato en la línea política y social.
Además del apoyo público de los dirigentes Ronald Reagan y Margaret Thatcher, el Sindicato Solidaridad contaba con la ayuda secreta de la CIA. El diputado estadounidense del Partido Republicano, Henry Hyde, miembro del comité de inteligencia de la cámara baja, declaró en 2002 que EEUU proporcionó “suministros y asistencia técnica en términos de periódicos clandestinos, radiodifusión, propaganda, dinero, ayuda organizativa y asesoramiento” al sindicato. LA CIA transfirió alrededor de 2 millones de dólares anuales en efectivo y el equipamiento y entrenamiento estaba coordinado por Operaciones Especiales. Además la agencia estatal de EEUU National Endowment For Democracy (NED) proveyó de 10 millones de dólares a Solidaridad.
Wojtytila llegó al Vaticano, luego del breve papado de Juan Pablo I (33 días), para dar un giro conservador no sólo en la Iglesia (cancelar los avances logrados por el Concilio Vaticano II, acabar con la Teología de la Liberación, beneficiar a los conservadores del Opus Dei o los Legionarios de Cristo) sino también en la arena política mundial.
Francisco y la caída del imperio
Jorge Bergoglio se convirtió en Papa en 2013, luego de la renuncia de Benedicto XVI azotado por el escándalo de corrupción conocido como Vatileaks.
Fue el primer papa no europeo en la historia. Fue el primer latinoamericano en un momento altamente significativo para la Patria Grande ya que la región estaba demostrando no sólo lo nefasto del neoliberalismo sino la falsedad de que era el único modelo posible. Cuando Francisco asumió en el Vaticano, en Nuestra América se ensayaba exitosamente la alternativa antineoliberal y varios de nuestros países sacaban a millones de habitantes de la pobreza.
Hoy la coyuntura es otra. Las potencias noratlánticas saben que han perdido el dominio exclusivo sobre el planeta y han desatado un programa de recuperación del poder basado en el extremismo. Con los partidos de ultraderecha como plataforma, la oligarquía del 1 % más rico dejó de simular empatía por los más débiles o respeto por la libertad de expresión, los derechos iguales para todos los ciudadanos, el cuidado de la Naturaleza y las reglas comunes acordadas internacionalmente.
EEUU, por ejemplo, no disimula su intervención en el juego vaticano. El diario “L’ avvenire d’ Italia”, vinculado a la Iglesia Católica, aseguró que la Casa Blanca acaba de mandar un enviado que influencie para que no haya “un próximo pontífice incómodo”.
Es sabido que al presidente Donald Trump le gustaría que el cardenal Raymond Burke, ultraconservador, antivacuna y de ideas supremacistas, fuera el futuro papa. Burke, que preside la fundación “Dignitatis Humanae”, fue uno de los principales enemigos de Francisco a quien atacó constantemente.
El diario conservador británico The Financial Times, tituló el pasado 23 de abril, “Los católicos de MAGA (o sea trumpistas) intentan recuperar el control de la Iglesia”. En la ilustración se encuentran el actual vicepresidente estadounidense JD Vance (el último dirigente en ver vivo a Francisco) y Steve Bannon, el multimillonario racista que fue asesor de campaña de Trump y de Jair Bolsonaro y que tuvo gran influencia en la primera presidencia trumpista.
Bannon junto a Burke trabajaban para llevar a la Iglesia Católica a un cisma (una de las mayores preocupaciones de Francisco y que lo impulsó, más de una vez, a no profundizar los cambios que proponía). Ambos, Burke y Bannon, crearon, en 2016, un centro de adoctrinamiento de ultraderecha, a 120 kilómetros de Roma, en la Cartuja de Trisulti, del siglo XIII, con el fin de formar adeptos y globalizar sus ideas. En el 2021 el Consejo de Estado italiano revocó la concesión del monasterio de Trisulti.
La disputa está en proceso. La dicotomía principal, explica Mallimacci es entre “quienes quieren una iglesia más pequeña pero más fuerte religiosa e ideológicamente y que soporte al capitalismo salvaje y quienes buscan, como la línea de Francisco, un espacio más amplio de lo social”. Sin embargo, como todos admiten es difícil prever el resultado. La mayoría apuesta por el triunfo de una postura moderada que sea un eslabón hacía un nuevo orden en el siglo XXI.
Con información de El Destape