
La Argentina muestra una y otra vez que es una caja de sorpresas. El mercado parece estar cada vez más entusiasmado con los resultados de la nueva estrategia cambiaria y empieza a generarse de nuevo otro ciclo de euforia financiera, con bonos que suben hasta casi 10 por ciento en el mes y acciones que trepan hasta un 20 por ciento. La contracara es una economía real que no levanta la cabeza y desequilibrios cada vez más impactantes en el frente externo.
La idea que la combinación de superávit fiscal más Vaca Muerta es igual a crecimiento asegurado para los próximos años se repite otra vez como el leitmotiv de la city y parece ser el principal caballito discursivo del gobierno. Sin embargo, cuando se mira en detalle esta estrategia de crecer exclusivamente a partir de recursos naturales, recortes del Estado y una mega apreciación del tipo de cambio, sobran las dudas y faltan las certezas. Las inconsistencias están a la vista.
Un ejemplo son los últimos datos del turismo. Durante marzo salieron más de 1,3 millones de argentinos al exterior (principalmente con destino a Brasil, Chile, Uruguay y Estados Unidos). Se trata de una cifra de turistas que fue 98 por ciento más respecto de lo que había sido en el mismo mes del 2024. Por el contrario la llegada de turistas al país bajó 24 por ciento.
Los funcionarios pueden asegurar mil veces que Argentina será el país más próspero de las próximas tres décadas, le lloverán inversiones y se convertirá en potencia, pero las cuentas más simples no cuadran. Se anotó un récord de salida de argentinos al exterior, mientras que en el mercado interno se acumulan más de 15 meses consecutivos de caída del consumo.
El gobierno, no obstante, insiste con la idea de que el superávit fiscal es el camino para ordenar la macro y que el país recibirá miles de millones de dólares en inversiones para explotar recursos naturales. Pero se trata de dos consignas dificiles de sostener a medida que pasan los meses. La inflación volvió a subir a casi 4 por ciento mensual a pesar que la economía acumula varios trimestres de superávit de las cuentas públicas e hizo un ajuste violento de los gastos.
Por otro lado, el precio internacional del petróleo sigue sin reaccionar y puede ser un elemento que ponga en dudas la llegada de nuevas inversiones para explotar Vaca Muerta. En los últimos días la petrolera YPF tuvo que salir a anunciar una pésima noticia en su hoja de ruta. Se confirmó que el proyecto de construcción de la planta licuefactora de gas finalmente no se realizará en Río Negro ni en ninguna otra provincia.
El anuncio no es un dato menor ni pasajero porque se trataba de un proyecto en el que estaban previstas inversiones por 30 mil millones de dólares. Iban a participar petroleras de la talla de la malaya Petronas, que en lugar de desembolsar miles de millones de dólares terminó anunciando su salida del país y abandonando sus operaciones en Vaca Muerta. Una situación que se suma a la retirada de otros jugadores de peso como Exxon.
La situación ofrece una pista más del patrón de comportamiento con el que empieza a moverse la economía argentina. Y la perspectiva del crecimiento, del desarollo sostenible y de una mejora distributiva no parece estar en esa hoja de ruta. Siguen sin aparecer dólares vinculados a inversiones productivas o al salto en las exportaciones de sectores estratégicos. Los divisas que entran para inflar las reservas son principalmente deudas o son inversiones de corto plazo.
El propio gobierno estimula el ingreso de estas inversiones especulativas. En los últimos días habilitó el acceso al mercado de cambios a los fondos del exterior para que ingresen dólares al mercado interno, con la posibilidad de retirarlos en un plazo de 180 días. En otras palabras, son fondos que llegan a invertir en activos con tasa de interés en pesos y que en menos de seis meses quedan liberados para llevarse las ganancias comprando el dólar sin restricciones al tipo de cambio oficial. La Argentina tiene mucha experiencia de lo que ocurre cuando empiecen a irse esos capitales.
Con información de Página 12