El Congreso Nacional apruebó la ley 23.515 un 03 de junio de 1987, que marca un hito en el derecho civil argentino, ya que legaliza el divorcio vincular. El presidente Raúl Alfonsín había impulsado la norma, en uno de los pocos países del mundo que no contemplaba la disolución matrimonial ni la formalización de nuevos vínculos por parte de quienes se habían separado. La Iglesia se opuso con tenacidad al proyecto.
Hasta 1987, en Argentina, si un hombre o una mujer que se había divorciado vivían con otra persona bajo el mismo techo, era adulterio, delito y podían ir a la cárcel. Rehacer sus vidas no era legal. Fue la historia de Juan y Alicia la que hizo que eso cambiara. Una pareja de Buenos Aires que hace 30 años se enfrentó a los prejuicios de la época y que reclamó su derecho a tener otra oportunidad.
En el año 1978 Juan Bautista Sejean tenía 42 años, dos hijos y era juez de instrucción. Alicia Kuliba, de 27, trabajaba en la Cámara del fuero Contencioso Administrativo. Los dos estaban divorciados. Un día él la invitó a salir y ella le dijo que sí.
Para la Argentina del '78 que estuvieran juntos era un delito y 6 años después, cuando en 1984 nació Natalia, su hija, la situación empeoró. Fue entonces que tomaron una decisión que cambiaría sus vidas y las de casi 2 millones de personas en aquel momento: ir contra 100 años de historia y buscar que se cambie la ley.
De la novela inconclusa de Franz Kafka El Proceso, publicada tras la muerte del escritor checo en 1925, se desprende "Ante la Ley". Una metáfora en la que un campesino (representando a un hombre común), intenta a lo largo de su vida atravesar las puertas de La Ley, flanqueadas por un guardián (abogados, jueces, normas y leyes) que custodia el acceso y que, se lo dice, jamás lo dejará entrar.
A diferencia del campesino kafkiano, en el año 1987 Juan Bautista Sejean era juez de instrucción. No sólo había atravesado varias de las puertas de La Ley, sino que le había tocado guardarlas y protegerlas, lo que no impidió, como advertía también el guardián en el libro póstumo del autor de La Metamorfosis, que existieran más puertas y más guardianes mucho más poderosos esperándolo. Y así fue.
Kafka, que además de un buen escritor era un buen abogado, puso en juego en su historia del campesino y el guardián, un dilema del derecho que se renueva constantemente, la misma encrucijada que hace 35 años hizo que se discuta el divorcio vincular y hace 12 el matrimonio igualitario: cuando las leyes empiezan a no corresponderse con la vida y los anhelos de las personas que tienen que cumplirlas.