Aunque históricamente fue asociado a la pubertad, el acné ya no es solo un problema adolescente. Cada vez más mujeres mayores de 25 años consultan por este trastorno que, lejos de ser un simple inconveniente estético, puede afectar profundamente la autoestima, la vida social y emocional de quienes lo padecen.
“Son solo granitos”, suelen decir quienes no lo han vivido, pero para quienes conviven con esta condición, el impacto puede ser mucho más que superficial. Dolor, inflamación, marcas y, sobre todo, inseguridad son algunas de las consecuencias más comunes.
¿Qué es realmente el acné?
El acné es una enfermedad inflamatoria de la piel que se manifiesta de distintas formas:
Puntos negros (comedones abiertos)
Puntos blancos (comedones cerrados)
Lesiones profundas, dolorosas y de larga duración
Pústulas o granos con pus
En adolescentes suele estar asociado a los cambios hormonales del desarrollo, pero en mujeres adultas, se lo diagnostica como “acné de la mujer adulta” cuando se inicia después de los 25 años o cuando persiste luego de la adolescencia.
¿Qué lo desencadena?
En la edad adulta, las causas del acné son múltiples y, en muchos casos, no hay una alteración hormonal evidente en los análisis clínicos. Sin embargo, los desequilibrios hormonales siguen siendo un factor común. A eso se suman hábitos y condiciones del entorno:
Uso de cosméticos oclusivos o no retirar el maquillaje
Exposición solar sin protección adecuada
Fumar
Limpieza excesiva de la piel
Alimentación con alto contenido de azúcares, harinas refinadas y lácteos
Consumo de suplementos proteicos (como los derivados del suero de leche)
Algunos medicamentos, como la vitamina B12
Cuándo consultar
Los especialistas recomiendan no minimizar la presencia persistente de lesiones en la piel. Consultar con un dermatólogo es clave, no solo para aliviar los síntomas sino para prevenir cicatrices permanentes y tratar el aspecto emocional que muchas veces acompaña al acné.
El tratamiento del acné debe ser individualizado y guiado por un profesional, que evaluará el tipo de piel, el grado de acné y los posibles desencadenantes. Con los cuidados adecuados y seguimiento profesional, es posible lograr mejoras significativas y recuperar la confianza en uno mismo.