Como cada 26 de diciembre, la provincia de Santiago del Estero se vistió de los colores (rojo y amarillo) en honor a la celebración de San Esteban, el primer mártir de la historia católica que recibe en Sumamao (Departamento Silípica) a miles de devotos, fieles, peregrinos y promesantes. En un clima de alegría y devoción, la tierra milenaria del interior santiagueño sigue latiendo al son de sus costumbres más ancestrales.
Provenientes de diversos puntos de la provincia y del país, ya que estuvieron presentes promesantes de otras provincias del norte y del sur principalmente, viajaron miles de kilómetros y llegaron a venerar al santo y cumplir con una vieja tradición. También para agradecer y pedir, cada uno con sus historias particulares pero unidos en la fe.
Esta fiesta religiosa-pagana es característica de los departamentos Capital y Silípica, ya que se hace en Maco y en Sumamao. La misma inició el 20 de diciembre con el traslado de la imagen de San Esteban desde Maco hasta Sumamao. Y durante toda la jornada de ayer, los promesantes y vecinos en general pudieron visitar el lugar, la casona antigua donde se recibe al santo y éste a su vez, recibe a sus fieles peregrinos. Esta fiesta central se extendió hasta horas de la tarde y para luego, iniciar el regreso con la figura del santo.
El santo fue venerado primero en una rústica capilla de la campaña, en Maco, propiedad de la familia de Francisco Juárez, síndico desaparecido hace algunos años, descendiente de doña Mercedes. Una semana antes del día indicado se efectuaron preparativos para el culto y traslado del Santo en peregrinación a Sumamao, pueblo distante unos 40 kilómetros al sur de Maco y cercana al río.
Unas semana antes comenzaron los preparativos para la gran fiesta, ya que la imagen del Santo estuvo por unos días en la localidad de Maco, a donde también llegaron los fieles, desde donde es llevado en peregrinación hasta Sumamao, lugar al que llegó el domingo, y fue recibido con bombos, música y aplausos.
La celebración de Sumamao culmina con disparos de bombas y las carreras de los indios. Los “vivas de los alféreces” se cumplirán junto a la casa, en una avenida de árboles o “arcos” como le llaman. Estos son grandes ramajes plantados allí previamente por los promesantes que han nombrado al Santo “encargado” de sus hijos.
Los arcos (ichas) sostienen roscas y golosinas y a la seña del Síndico, la gente se arrojará para disputarse las ristras de roscas; la confusión y el desorden son mayúsculos y los árboles en su mayoría son derribados en medio de una gran polvareda.
Los fieles, desde horas tempranas, hicieron largas colas para tomar gracia de San Esteban, una imagen rodeada de flores, en un altar en donde las lágrimas son una muestra de la emoción de los promesantes que al arrodillarse o tocar la imagen afirmaron que les genera una suerte de alivio y contención.
La devoción se observaba en cada uno de los promesantes, que en algunos momentos llegaban corriendo desde varios kilómetros y vestidos con banderas o cintas amarillas y rojas.
Desde la Ruta 9 hasta ingresar a la localidad de Sumamao hay unos 10 kilómetros, que algunos fieles lo hicieron caminando o corriendo, especialmente grupos de jóvenes con camisetas deportivas afines a algún club local.