Con frecuencia escuchamos decir que la ciudad está sucia y que no es el espacio que nos merecemos. Los cuestionamientos hacia el trabajo que despliega el Municipio son moneda corriente, pero sería bueno considerar qué es lo que cada uno hace para que la limpieza de la ciudad sea la que todos deseamos.
Por día se recolectan 200 mil kilos de basura en los distintos barrios y en forma permanente se realizan operativos integrales de limpieza y erradicación de mini basurales. Pero de nada sirve este trabajo si los ciudadanos no aportamos nuestro granito de arena.
Mientras caminamos tiramos los papelitos en la calle, las colillas del cigarrillo, la cáscara de banana, botellitas de plástico, y una lista interminable de cosas en desuso.
Observamos con cierta envidia la limpieza de determinadas ciudades de nuestro país —Mendoza es un claro ejemplo— e incluso el tratamiento de reciclaje que se logró en países como Suecia, pero no hacemos nada por poner en práctica estas acciones en nuestra vida cotidiana.
No se puede negar tampoco que el progreso (calles pavimentadas, cloacas o algunos servicios) no llegaron con la misma magnitud a los barrios periféricos, pero esto no implica que los ciudadanos no respetemos el entorno en el que vivimos y arrojemos los residuos en cuanto espacio vacío encontremos a nuestro paso.
Eso de que la conciencia empieza por casa, definitivamente está lejos, ya que somos los propios adultos quienes damos los malos ejemplos. Siempre es más fácil criticar lo que el otro no hace y no miramos nuestro accionar.
¿Es una cuestión cultural?, sí, pero no equivale a que no se pueda modificar. Si tomáramos conciencia del daño que provoca no solamente al medioambiente sino también a nuestra salud y vida social, tendríamos –quizás- la imagen de ciudad que nos merecemos.
Si queremos una ciudad limpia tenemos que empezar a replantearnos lo que hacemos día a día: no arrojar los residuos en cualquier lugar, respetar el horario para sacar la basura, colaborar con el trabajo del personal municipal y no volver a ensuciar donde ya se erradicó los mini basurales. Pero ante todo tenemos que cambiar nuestra forma de pensar; de que si el otro lo hace nosotros también lo podemos hacer o si tiro un papel habrá alguien que lo recogerá.
De lo contrario, nunca tendremos la ciudad que creemos merecer, por la que –en muchos casos- poco hacemos.