Quienes sostienen que las políticas liberales constituyen el mejor medio para mantener bajos los precios en el mercado y lograr eficiencia y crecimiento, se equivocan. Primero y principal, porque las naciones altamente desarrolladas -como Estados Unidos-, son las que más ponen en práctica las políticas proteccionistas, favoreciendo su libertad económica y perjudicando la “libertad” de los demás que quieren competir en un plano de igualdad, o al menos, colocar sus productos o invertir en los mercados del primer mundo. En este caso, el liberalismo cae en su propio contrario.
Por otra parte, en la economía mundial de nuestros días, en que el capital, el trabajo, los bienes y la tecnología cruzan rutinariamente las fronteras nacionales, no es conveniente atarse a las leyes de un mercado fluctuante, sin antes estar preparados con una vigorosa capacidad productiva interna, que resulta la mejor manera de dedicar esfuerzos al crecimiento. Esto es lo que debe asumir la Argentina.
La necesidad de evolucionar, de crecer, con sus propias fuerzas, más allá de la importancia que significa el aporte extranjero. No se trata de poner en práctica un nacionalismo económico -definición con la que algunos denuestan estos principios-, ni mucho menos de una competencia de “nosotros contra ellos”. Por el contrario. Se trata de no caer en un juego de suma cero en el que la ganancia de una nación constituya la pérdida de otra. Un plan clave sería, buscar la calidad de la fuerza de trabajo, alentarla y hacerla producir.
Algunas décadas atrás. Nuestro país podía figurar todavía en lugares de preferencia en el mundo de las estadísticas. Su crecimiento, si bien no era espectacular, era suficiente como para incorporar, durante ciertos períodos, los capitales destinados a construir el aparato productivo. El nivel de vida de la población, sus condiciones sanitarias y los beneficios sociales que recibía, eran superiores a los actuales y estaban muy por encima de los vigentes en aquella época en otros países. En sectores claves como el acero, petróleo, automóviles, se ubicaba por encima de economías similares.
Ahora, si bien estamos en una etapa de reconstrucción económica, luego de varias crisis, el aparato productivo no es lo suficientemente poderoso para avanzar por encima de otros países. La inacción en que se encuentran algunos sectores potencialmente productivos debe romperse. Para ello es necesario comprometer todos los esfuerzos para tomar el camino del crecimiento genuino y sostenido.
Es necesario pues, llegar a la elaboración de un proyecto claro, lúcido y viable, y demostrar que estará respaldado por lo que ha dado en llamarse el Poder Nacional; es decir la suficiente suma de voluntades sectoriales, como para asegurar buenos resultados, de lo contrario el país no tiene alternativas.
La Argentina posee un nivel de desarrollo y de vida superiores a varias naciones del continente e igual a las más adelantadas. Este hecho nos impone obligaciones nacionales, y entre estas, la de dar transparencia a nuestras relaciones.