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Opinión #Opinión

El presidente Carlos Menem

Por el Economista Castor Lopez.

Murió el expresidente de la Nación (períodos 1989-1999) Carlos Menem (1930-2021), resultando el cuarto presidente argentino fallecido, junto a Raúl Alfonsín, Fernando de la Rúa y Néstor Kirchner, desde el reinicio de la democracia, a fines de 1983, hasta nuestros días. Es el período histórico continuo más extenso de estabilidad democrática de la vida institucional de nuestro país, casi 4 décadas ya, pero paradójicamente también es el de una aún muy elevada inestabilidad económica.

 

Asumió la presidencia anticipadamente en una muy crítica situación de una hiperinflación del orden del +5.000% anual y, atravesando inicialmente unos primeros años de alta inflación, logró luego disminuirla resignando, con una estricta convertibilidad de la moneda nacional al dólar estadounidense, el ejercicio de la política monetaria autónoma, a solo un dígito porcentual desde el año 1993 hasta el año 1999 inclusive. Como su política fiscal no resultaba consistente con la referida rigidez monetaria, incubó, como tantos otros presidentes, la próxima recurrente crisis argentina.

 

Probablemente sea mayoritariamente recordado por aquel relativamente extenso período de estabilidad monetaria, cuyo análisis en detalles excede a esta muy breve reflexión. Pero, en simultáneo, también resultó altamente cuestionado por numerosos y variados casos de corrupción. Justo es mencionarlo, cuestiones estas que nunca ocurrieron tanto con el presidente que lo precedió como tampoco con el que le sucedió, si bien ambos con sendas muy graves crisis económicas importantes en sus respectivas gestiones.

 

Podríamos ingresar así en el remanente tema que la correlación no significa necesariamente causalidad y que es un error de alta proporción, que ha conducido al vulgar “roban pero hacen”, su eventual aceptación. El rol del Estado de dar una mayor viabilidad al progreso económico y social de un país, que claramente incluye a la fundamental condición de la estabilidad macroeconómica de largo plazo, nunca puede considerarse condicionada necesariamente por la deshonestidad en la administración de los fondos públicos. Quizás ello pueda ser una de las lecciones de la era del presidente Menem en nuestro país.

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