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Política Por Pedro Arbona

Herminio Milei o la metáfora como violencia

El presidente tropezó con la historia. El rosario profano de insultos no mide objetivos ni consecuencias.

Agrandar imagen Una foto de la historia violenta de Argentina.
Una foto de la historia violenta de Argentina.

En el largo transitar de exabruptos del presiente Javier Milei, el libertario tropezó con la historia (que es cíclica) y volvió a la virulenta Argentina de los ´80.

“Me gustaría meterle el último clavo al cajón del kirchnerismo, con Cristina adentro”, sentenció en una entrevista periodística y desató el escándalo: Hace casi 40 años, Herminio Iglesias, incentivado por su mano derecha Norberto Imbelloni, encendió un ataúd y una corona con las iniciales UCR y el nombre del postulante a la presidencia de la Nación. Fue en un multitudinario acto en el obelisco porteño, dos días antes de las elecciones.

El cajón de Herminio pasó a las páginas del folclore político como un acto de torpeza inigualable y una provocación que afectó profundamente la democracia que resurgía en el país tras los oscuros años del golpismo.

La metáfora como violencia. La naturalización en el mensaje político de que al adversario hay que eliminarlo, no necesariamente en las urnas, sino lisa y llanamente eliminarlo. No importa el sentido de lo inoportuno. El 30 de octubre de 1983, dos días después de la quema del cajón en el obelisco, el pueblo argentino consagraba presidente a Raúl Alfonsín. La paz y la convivencia se impusieron en el menú electoral por sobre el agravio, la amenaza y la intolerancia.

Agravio, amenaza e intolerancia. Por aquellos días en los hechos; por estos en los discursos de un presidente que no escatima abecedario para denigrar a quienes considera sus enemigos (inventados o no). Y sería sensato pensar que tales afirmaciones fueron y son rechazadas por gran parte de la sociedad, salvo que se haya instalado en nuestro país la violencia como método político por parte de quienes hoy nos gobiernan.

El rosario profano de insultos no mide objetivos ni consecuencias. Recientemente Milei utilizó la red X, de su amigo Elon Musk, para bastardear a las provincias argentinas y, por ende, a quienes las gobiernan y habitan. "Para los imbéciles que dicen que no hubo ajuste en la casta, sigan participando mentirosos", posteó con un cuadro del atroz ajuste llevado a cabo en todo el territorio nacional. Eso y admitir tácitamente que la casta es la gente es lo mismo.

Cuando falleció el exministro de salud Ginés García, innecesariamente manifestó en el foro de Idea durante su alocución: “La muerte no nos hace buenos y este era un hijo de mil puta”, mientras que en redes lo calificó de “siniestro”, “hiena carroñera” y “repugnante”. No recaló un segundo en pensar que los muertos muertos son y que en realidad los destinatarios de los insultos son sus afectos y familia.

El insulto como método político.
El insulto como método político.
A lo Herminio Iglesias, torpe y violentamente Javier Milei quiere seguir construyendo poder en base a la descalificación y la denigración pública en sets de televisión de periodistas amigos, de esos que “no están ensobrados”, con una impunidad pasmosa. Hay dichos del presidente gravísimos registrados desde el 10 de diciembre de 2023 que ameritan la apertura de causas judiciales. Pero, evidentemente, hasta la Justicia normalizó la violencia moral.

“¿Así que ahora me querés matar?”, preguntó retóricamente Cristina Fernández de Kirchner anoticiada de los dichos del primer mandatario que metió las narices en la interna de un partido que le es ajeno y del que considera es el gen de todos los males de los últimos 40 años.

Pregunta capciosa, para resaltar la evidencia de un violento verbal que de poner clavos en ataúdes no sabe nada.

Y mientras tanto, los jubilados, los estudiantes, los trabajadores están cada vez peor y cada vez más indefensos: El Congreso de la Nación es papel pintado. Un cuadrito más en la pared de la República porque lo que sí aprendió Milei es el mal habido arte del veto presidencial. Toda y cada vez que no esté de acuerdo con las decisiones de los representantes del pueblo que, desde su visión, son solo “ratas inmundas”.

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