Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
La Provincia Tristeza absoluta

El adiós a Jorge Rosenberg (como hubiera querido)

Nos quedamos con el Zoco, agradecidos, conmovidos, dolidos, pero orgullosos por haberlo conocido y disfrutado (Por la Redacción de Nuevo Diario).

Y un día se fue. Jorge Rosenberg partió al cielo de los bohemios. Silente. Como siempre. Hablaba a través de su exquisita poesía que no era ni más (ni menos) que su forma de intentar resucitar una ciudad que no era inventada, sino que reivindicaba en su nostálgico pasado de casas bajas y calles adoquinadas.

Allá por los inicios de Nuevo Diario, se sentaba frente al teclado y desgranaba los recuerdos del Santiago que tenía grabado a fuego en el corazón, a pesar de haber roto el cordón umbilical con un injusto exilio en Israel a causa de la dictadura militar, desde donde regresó en la década de los 80.

“Tasso un día me pregunta si quiero colaborar con una columna que se llamaba Sensaciones y allí empecé en Nuevo Diario. Un día vino un pequeño fantasma y en vez de dejar Sensaciones, puso arriba del texto que trabajaba Zoco de la Buri Buri. Así apareció lo que se llamó el primer Zoco ‘La aventura incomparable de picar en el Petit’. El Petit era un cine que estaba frente a la plaza Libertad, donde hoy funciona un bazar inocuo. Podría haberle puesto Relatos de mi Aldea o Memorias de la Ciudad, pero no, como dice Borges: ‘Alguien escribe por mí’. Un fantasmita puso eso con mis manos, Zoco de la Buri Buri. Yo había recordado una antigua burla, de entre los años 55 y 62, donde se decía Zoco de la Buri Buri, como para expresar un desencanto o decir ‘te has chasqueao’, un sinónimo de ‘ya veo’. Debo haber escrito el Zoco después del cuarto o quinto mes de inaugurado el diario”, rememoró algún día, de cualquier mes de hace poquito.

“Yo vengo de una generación en donde tener un libro del Che Guevara en la casa era muy peligroso. Yo he quemado más de 1.000 volúmenes. Lo más difícil y triste y sobre todo lo más dificultoso manualmente es quemar los libros, porque hay que hacerlo con un palo de escoba. Hay que irlo abriendo. Yo ya era sociólogo y todos mis libros, en todos los índices decía marxismo, capitalismo, feudalismo. Por las palabritas esas he quemado la mitad de mi biblioteca. Y cuando volví, yo enseñé con libros desenterrados. Era un problema, porque la humedad arruina todo, con eso no podían ni el nylon. (Era la época del proceso militar a partir del año 1976). Ayer se encontró el nieto número 130. Agarren esas noticias y váyanse para atrás y averigüen qué es lo que se ha vivido aquí. En realidad todos somos sobrevivientes. Uno tenía una biblioteca y la tenía que quemar”, dijo alguna vez.

La poesía jode a las armas, a los comendadores de la tortura humana. Jorge fue un poeta sin igual, de aquellos que con los pies en la tierra se suben a una nube a dormir la siesta para seguir reviviendo todo lo que fue y no pudo seguir siendo.

Se fue Jorge Rosenberg, un escriba de esta casa. Pero, más allá de esta redacción, el numen mágico que llevó a esta provincia al cine, a miles de páginas, estará seguramente puliendo el cálamo para escribir nuevas historias.

Jorge. A quien alguna vez se le instaló un silencio en el costado cuando enfermó de la cadera. Quien encontraba poesía en el dolor, desde la innata condición del poeta.

Hoy estamos más solos. Queda en la memoria la incunable compilación de anécdotas de aquel terruño que amó y del que no dejó de escudriñar con el alma y la pluma para que lo conozcamos. Desde La Pelota de la Luna, La Siesta, Los incontables Zocos y Mis anotes.

En esta pequeña y tal vez escueta e injusta (por breve y conmovida) semblanza no haremos mención a los cargos que honró con sus gestiones ni a los honores académicos. No le gustaba la pompa.

Nos quedamos con el Zoco (le había ganado el personaje), agradecidos, conmovidos, dolidos, pero orgullosos de haberlo conocido y disfrutado.

La contratapa de los domingos no será la misma sin él. Pero la ausencia no es definitiva.

Jorge, te fuiste. Pero queda todo lo que dejaste en nosotros. Y, como escribiste alguna vez sobre Grecia como país, no solo fuiste un compañero, un poeta, un escriba de lujo y un ser profundamente extrañable: Sos y serás un concepto.

Y nos dejaste “Un montón de Zocos” para no olvidarnos de dónde venimos, que es la brújula elemental para seguir andando el camino por recorrer.

Jorge Rosenberg Fallecimiento
Seguí a Nuevo Diario Web en google news
Comentarios

Te puede interesar

Teclas de acceso