En un escenario desolador para la ciencia y la tecnología nacional, una multitud de proyectos, desde iniciativas de vanguardia hasta investigaciones esenciales para la vida cotidiana, se encuentran al borde del colapso. La asfixia financiera impuesta por el gobierno actual está poniendo en riesgo un capital humano invaluable y la capacidad del país para generar conocimiento, desarrollo y soluciones propias.
El reactor CAREM, emblema de la ingeniería nuclear argentina y con un potencial exportador millonario, es quizás el ejemplo más palpable de esta crisis. Adriana Serquis, expresidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica, denunció en redes sociales la paralización de la obra en su etapa final por el desfinanciamiento, evidenciando un 0% de ejecución presupuestaria desde octubre de 2024. Este proyecto, 100% argentino y de diseño de vanguardia mundial, prometía garantizar el abastecimiento energético y generar divisas cruciales para el país.
La cancelación de la planta de gas natural licuado en Bahía Blanca y el anuncio del jefe de asesores presidenciales, Demian Reidel, sobre la suspensión del proyecto Atucha III, al asumir la presidencia de Nucleoeléctrica Argentina (NA-SA), son otros golpes directos a la capacidad del país en sectores estratégicos.
Ante este panorama sombrío, la Red de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología (Raicyt) ha lanzado una valiente iniciativa para visibilizar la vital labor que realizan los más de 300 centros científicos del Conicet. Valeria Levi, coordinadora de la Red y vicedecana de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, explicó que el objetivo es "mostrar qué hace el sistema científico argentino a pesar del feroz desfinanciamiento que sufre desde hace un año y medio". La consigna fue simple pero poderosa: compartir las acciones cotidianas que demuestran cómo la ciencia contribuye al país, más allá de los grandes descubrimientos puntuales.
La respuesta fue abrumadora, revelando un mosaico de proyectos esenciales que luchan por sobrevivir. A continuación, algunos ejemplos que ilustran la diversidad y el impacto de la ciencia argentina:
Innovación con sello verde: Investigadores del Conicet Córdoba, junto a una empresa privada, están desarrollando una tecnología ecológica para producir carbonato de calcio de alta pureza utilizando cianobacterias, reduciendo la huella de carbono en industrias clave como la del vidrio, papel, alimentos y medicina.
Energía desde la biomasa: Científicos de la Universidad de Río Cuarto, en colaboración con Canale S.R.L., trabajan en la optimización de gasificadores de biomasa para generar energía más eficiente a partir de residuos orgánicos.
Alianzas estratégicas: La Universidad de Río Cuarto es un semillero de colaboraciones público-privadas, desde el diseño de aspiradoras urbanas autopropulsadas eléctricas hasta el estudio de levaduras y bacterias probióticas para mejorar la alimentación animal.
Radiografía de la salud del suelo: En la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), se desarrolló un innovador método de diagnóstico de la salud del suelo basado en el análisis de lípidos, reconocido por la FAO y utilizado para promover la agricultura sostenible. "La transición hacia agriculturas que incorporan la biología del suelo en sus procesos productivos pueden contribuir a la mitigación del calentamiento global", destaca Luis Wall, investigador del Conicet y la UNQ, quien lamenta profundamente el "desprestigio que este gobierno desató contra los científicos, académicos e intelectuales".
Soluciones para la movilidad: Un equipo multidisciplinario de Río Cuarto identificó las condiciones para la construcción de una autopista interurbana, cuyos estudios son utilizados por autoridades locales y provinciales.
Un oído para el futuro: Investigadores del Conicet en el Ingebi realizan el diagnóstico genético de la sordera, crucial para brindar asesoramiento a las familias y elegir el tratamiento adecuado.
Compromiso social y ambiental: La Universidad Nacional del Litoral colabora en la gestión de riesgo de inundaciones, asesora en producción alimentaria sustentable, impulsa leyes sobre alimentación saludable y capacita en partos respetados.
Microalgas contra la contaminación: En Entre Ríos, científicos del Ictaer estudian el uso de microalgas para el tratamiento de efluentes lácteos.
Pan sin gluten con sabor y nutrición: El Ictaer también desarrolló formulaciones de panificados sin gluten mejorados, compartiendo su conocimiento en un libro de alcance internacional.
Detectores de virus y petróleo optimizado: El Inquimae, centro de referencia regional, desarrolló el NeoQ para la detección de Covid y trabaja en electrocatalizadores para hidrógeno verde, membranas para la recuperación de petróleo y biosensores para la detección rápida de virus.
Alimentos que protegen la visión: Investigadores de Bahía Blanca descubrieron que la baya de maqui patagónica protege las células de la retina.
Transformando residuos en recursos: El CITeQ de la UTN-Córdoba convierte aceites vegetales usados en biodiésel, transforma residuos plásticos en combustibles y trata efluentes de aceitunas de manera sostenible.
Innovación en oncología y diagnóstico: La Fundación Instituto Leloir desarrolló el Covid-AR y el Detect-AR Dengue, además de un sensor para detectar metales pesados en el agua y trabaja en mejoras para el cultivo de alfalfa y el mapa molecular del desarrollo neuronal. También lideró estudios clínicos sobre el tratamiento del cáncer de mama.
Inteligencia artificial al servicio de la educación y la ética: El Instituto de Investigaciones Filosóficas evalúa modelos de lenguaje de IA, produce contenidos educativos sobre su impacto y asesora sobre sus implicancias éticas y regulatorias.
Nuevas armas contra el cáncer y el Chagas: Grupos de investigación del Ifibyne e IDIM buscan bloquear la comunicación tumoral en el cáncer de mama, diseñar mejores herramientas diagnósticas y terapéuticas para el cáncer colorrectal y de mama, y desarrollar nuevos tratamientos contra el Chagas.
El vínculo sanador entre humanos y perros: Investigadores del IDIM-UBA-CONICET descubrieron que los perros ofrecen consuelo a sus tutores en situaciones de conflicto.
Cuidando el agua que bebemos: El Instituto de Limnología Raúl Ringuelet genera herramientas para evaluar la calidad del agua, monitorea ambientes acuáticos, asiste en el tratamiento de efluentes industriales y trabaja en la producción sostenible de pejerrey.
De la investigación básica a empresas de base tecnológica: El Instituto de Biología y Medicina Experimental desarrolló un anticuerpo monoclonal contra el cáncer, busca tratamientos contra el hantavirus y la endometriosis, secuenció genomas de especies autóctonas y creó tres nuevas empresas de base tecnológica en áreas de oncología, enfermedades autoinmunes e infertilidad.
Una luz de esperanza contra el Parkinson: Investigadores del Conicet y universidades nacionales desarrollaron una prometedora molécula contra el Parkinson, demostrando la capacidad local para abordar problemas complejos.
Tecnología para la inclusión: Grupos de investigación de Mendoza, Río Negro y La Plata, junto a una empresa, desarrollaron un algoritmo para facilitar la comunicación de personas con discapacidades del habla.
Biosensores para un agua segura: El iB3-UBA desarrolla biosensores accesibles para detectar contaminantes tóxicos en el agua.
El futuro del hidrógeno verde en riesgo: Un convenio entre Y-TEC e institutos del Conicet buscaba desarrollar el primer electrolizador de alta potencia para la producción de hidrógeno verde, un combustible clave para la transición energética.
Preservando la memoria cultural: El Instituto de Historia del Arte Argentino y Latinoamericano Luis Ordaz trabaja en la digitalización y catalogación de archivos audiovisuales para preservar la historia local.
Estos son solo algunos ejemplos de la vasta y crucial labor que se realiza en el sistema científico argentino. Investigaciones en neurociencias, estudios sobre el acceso a la salud de poblaciones vulnerables, la incorporación de larvas de mosca soldado negra en la alimentación animal, y el estudio del comportamiento político de los jóvenes son otras áreas vitales que se ven amenazadas por el desfinanciamiento.
La Red de Autoridades de Institutos de Ciencia y Tecnología (Raicyt) advierte con urgencia sobre la imperiosa necesidad de preservar el sistema científico, productor de conocimiento y pensamiento crítico, como la única vía para encontrar las soluciones que el país necesita. La asfixia presupuestaria no solo paraliza proyectos concretos, sino que erosiona la capacidad de construir un futuro con soberanía científica y tecnológica. La ciencia argentina, hoy en terapia intensiva, clama por una bocanada de aire para seguir latiendo y aportando al desarrollo de la nación.
Con información de El Destape