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Orgánica, cansada y frustrada: el combo de la felicidad moderna

Logramos sacarnos de encima los mandatos familiares, para pasar a depender de la felicidad vía Instagram, pero con tiempos cortos y billeteras rotas

La madurez a las mujeres nos sirve para varias cosas, una de esas es la de haber eliminado a las tías abuelas brujas que nos invitaban a comer el domingo para preguntarnos cuándo nos íbamos a casar si no teníamos novio, cuándo íbamos a ser madres cuando nos acabábamos de casar y por qué estábamos tan gordas cuando acabábamos de parir.

Sin embargo, adquirimos, por desgracia o trucos insondables del inconsciente, nuevos mandatos, esta vez elegidos por nosotras misas a través de las redes sociales, sobre todo de los nuevos caminos de la felicidad de Instagram.

Influencers de comida vegetariana que te hará ser joven en diez minutos, couch de la felicidad que te indica que ser pobre y no tener tiempo no es motivo para no parecer de 30 teniendo más de 50, asesoras de yoga en silla, para que te pases la vida trabajando pero entrenada y de repente te das cuenta que sos pobre y poco orgánica, y que en lugar de hacer compost, tirás la cáscara de los huevos a la basura.

Tu nueva tiranía se llama cansancio real y economía en rojo vs vida de Instagram. Viene con un combo de expectativas frustradas, acá te las presento.

Las expectativas de hacer todo bien mueren en el sillón el domingo a la tarde, viendo los últimos dos capítulos de una serie
Las expectativas de hacer todo bien mueren en el sillón el domingo a la tarde, viendo los últimos dos capítulos de una serie

Vida orgánica de Instagram vs realidad gasolera argentina

Argentina, el golpe es doble: no solo no hay con qué, sino que igual queremos todo. Queremos la vida de las influencers nórdicas que viven en una cabaña minimalista en medio del bosque, tienen tres hijos con nombres conceptuales y plantan su propia rúcula.

Mientras tanto, acá, si sos mujer y te autosustentás, primero tenés que ver si comés, no qué comés. Las prioridades son otras: no se trata de elegir entre la quinoa orgánica y el kale biodinámico, sino de ver si llegás al finde sin que el débito rebote.

Y después están las redes. Si pasás dos horas por día en Instagram (y seamos honestas, a veces son tres), vas a salir convencida de que tu vida es un fracaso porque no tenés una niñera orgánica como Calu Rivero, no hacés yoga en Bali como la ex de tu ex, ni tenés un cuerpo que dé bien con filtro cálido. Pero tus deseos sí se meten ahí, en esas vidas ajenas. Y cuando querés darte cuenta, estás en el súper mirando el sector de productos orgánicos con una bandejita de tofu a $8.000, preguntándote si eso cambiaría tu vida. Spoiler: no.

Porque vivimos en la era donde, como ya dijimos, cuando logramos eliminar a las tías abuelas pica seso, adoptamos los mandatos de las redes sociales: ¿ya meditaste hoy?, ¿tomaste tu jugo detox?, ¿cumpliste tus metas?, ¿diste tu 100%? Basta. Nadie da su 100% si le sigue poniendo agua al Plusbelle manzana porque se olvidó por quinta vez de comprar shampoo.

"Enfocate en vos y tomate el jugo detox" te dicen las redes. "Andá a trabajar y pagá las cuentas", te dice la realidad.

Surfear las olas de la frustración

Yo no bajo línea: también caigo en esa. Quiero comer sano, pero me olvido de la verdulería y termino tirando zanahorias secas del fondo del cajón. Compro yogures que mueren a la mitad y cuando me baño, me acuerdo que hace dos semanas estoy viviendo en modo "campamento de emergencia". Mi vida es una sucesión de hechos desafortunados sazonada con dos ingredientes que lo complican todo: falta de tiempo y falta de dinero. Entonces, mi día a día pasa por navegar las horas laborales y naufragar en las tareas de la casa, la organización y la crianza.

Y encima, tengo metas: quiero vivir mejor, quiero “vivir bien”. Pero ¿qué es vivir bien? ¿Es realmente mío ese deseo o es un modelo que copié sin querer? A veces pienso que trabajar cada vez más para vivir cada vez menos es la paradoja de esta época. Porque nos estamos frustrando todo el tiempo. Soñamos en HD pero vivimos en VHS.

Entonces habrá que elegir: o empezamos a soñar a la altura de nuestra realidad, o nos preparamos para el síndrome del domingo a la noche, cuando nos clavamos un helado mientras vemos los dos últimos capítulos de la serie que sí logramos terminar y agradecemos que al menos no se nos cortó el wifi.

Con información de Diario Uno

Orgánica Cansada Frustrada
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