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Opinión

Una efemérides que debe unirnos

El 12 de Octubre —más allá de las posturas que sobreponen la tesis de un genocidio por encima de la fusión de razas que dio origen a lo que hoy somos— representa el encuentro de dos mundos y por ende la simbiosis entre lo español y lo indígena que conformó la raza americana.

 

Sirva como ejemplo de esta concepción, las instrucciones que Simón Bolívar daba a su enviado a Madrid, don Francisco Antonio Zea, para que plantease “ante quien sea que nuestra lucha no es contra España”. Bolívar era el adelantado en América de un grandioso ideal de convivencia hispánica.

 

Bolívar alentaba en su “Plan de Reconciliación”, una íntima confederación entre España y América, que identificase sus intereses, relaciones y, por sobre todo, la unidad de la Nación.

Y soñaba con que en esta alianza de América y España participaran la Gran Colombia, la Presidencia de Quito y las naciones libertadas por San Martín.

Las instancias cambiaron con el correr de los siglos y los americanos no tuvieron otra salida que desprenderse de los lazos que los unía a la península, pero sin renegar del origen común.

 

Y en realidad, por cualquier lado que se profundice en la unidad de América, no se encuentra lo hispano.

 

No se trata de levantar a la América indígena contra la América española, porque juntas hicieron la cultura que hoy nos une.

 

No se puede dar vuelta la historia después de más de cinco siglos en los que se fundieron los hispánico y lo indígena.

 

Recordemos los sonoros versos de Rubén Darío: “Cuando en tu vientre de América cayó semilla / de la raza de hierro que fue de España / mezcló su fuerza heroica la Gran Castilla / con la fuerza del indio de la montaña”.

 

Sin duda, éste es un día para reflexionar, pero pensando que el indio, con la conquista, entró también en la Hispanidad, como la Hispanidad en lo indígena —más allá de los que distorsionaron el nuevo rumbo de la civilización universal en el nuevo continente—.

 

La grandeza de América, y por consiguiente la del indio y las grandes culturas incaicas y azteca, está dada por el abundante mestizaje de nuestros pueblos iberoamericanos, como decía Baltasar Orrego.

 

Debemos creer y crear la Patria Grande que soñaron San Martín y Bolívar, pero sin connotaciones de liderazgos o ideologías deformantes.

Sólo así será posible la Unidad de América Latina que habla y reza a Cristo en la lengua de Cervantes y que al mismo tiempo cuida sus orígenes y tradiciones.

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