Cuando en la política hay situaciones conflictivas que tocan lo institucional, sus implicancias obstaculizan la economía al punto de afectar las posibilidades de crecimiento y desarrollo. Esto pasó en Brasil y la Argentina. En el primer caso, con todo lo que significó la situación traumática que derivó de la destitución de la ex presidenta Dilma Rousseff, como consecuencia de los numerosos casos de corrupción durante su gestión, lo que llevó a su país a una crisis política y económica que lo desplazó del liderazgo que ostentaba en la región.
Y en lo referente a nuestro país, la crisis económica que heredó el gobierno de Mauricio Macri —y que aún tiene carácter residual en varios aspectos que se tratan de revertir, como ya se hizo con otros que devolvieron la confianza exterior en el país y su reinserción en el mundo—, también tuvo que ver con casos de corrupción que hoy se dilucidan y procesan en los ámbitos judiciales. En ambos casos la economía estuvo resentida y perjudicó el tradicional intercambio comercial bilateral durante los últimos dos años —aunque Brasil, Paraguay y Uruguay, desde tiempo antes y como integrantes del Mercosur, cuestionaban las barreras proteccionistas impuestas durante la gestión del kirchnerismo—.
Sin embargo, a partir de la asunción de los presidentes Mauricio Macri y Michele Temer, el cuadro de situación de ambos países, comenzó a mostrar signos de reactivación, con índices de crecimiento económico manguados, pero con perspectivas alentadoras por el hecho de salir del estancamiento (entre el 2% y 3,7% en forma trimestral en la Argentina y un 0,2% en Brasil, pero con un 8% de disminución de la inflación).
A partir de este contexto, el gobernador del Estado brasileño de Goiás, Marcono Perillo, señaló que “Brasil y Argentina son países complementarios que buscan unir esfuerzos”, destacando que la Argentina, en forma bilateral —sin necesidad de someterse a una política de bloque, como lo es el Mercosur—, debería ampliar su mercado comercial hacia la región central de Brasil —que comprende el estado provincial de Goiás, y reúne al estado federal de Brasilia entre otros seis estados—, que comprende un mercado de 25 millones de personas, áreas que tuvo un crecimiento muy superior a la media brasileña, con un producto bruto de 4,6%, mientras que todo Brasil registra una suba de 0,7%. Para mayores datos, el PBI del estado de Goiás llegará este año a 66.000 millones de dólares, un 12% del PBI de la Argentina. En este sentido, hay grandes oportunidades para la Argentina en su relación bilateral con Brasil, que es un gran importador de bienes intermedios (automóviles, piezas y repuestos, petróleo, medicamentos, químicos, fibras sintéticas, pescados, instalaciones eléctricas, lácteos, trigo, papel o botellas).
Para acceder a ese gran mercado, el Gobierno argentino deberá brindar a los sectores empresariales el estímulo necesario, con atributos competitivos específicos, para adaptarse a un mercado dinámico y estratégico integral, promoviendo, además de la colocación de productos, la inserción múltiple para la internacionalización de empresas, con su principal socio comercial en la región: Brasil.