En un mundo cada vez más digitalizado, donde las pantallas parecen dominarlo todo, muchos vaticinan la inminente desaparición del diario impreso. Sin embargo, contra todo pronóstico, el diario en papel sigue en pie, firme y resistente, porque cumple una función que la tecnología todavía no ha logrado reemplazar del todo.
Aunque el acceso a la información hoy puede parecer inmediato y ubicuo gracias a los celulares, las redes sociales y los portales de noticias, el papel impreso conserva un valor irremplazable: la credibilidad. El lector sabe que lo que se publica en un diario como Nuevo Diario fue trabajado, estudiado en una realidad social como la santiagueña, contrastado y editado con criterios profesionales. No se trata solo de contar una noticia, sino de contarla bien, de trabajarla, editarla, corregirla y publicarla. De ahí que, más allá de la costumbre, el público continúa confiando en el diario físico como una fuente más seria y confiable, sobre todo en contextos donde la sobreinformación y las noticias falsas contaminan la agenda diaria.
Quienes trabajamos en medios de comunicación sabemos que el soporte puede cambiar, pero el periodismo no. Y que el diario impreso, lejos de desaparecer, convive con lo digital, se adapta, se transforma, pero no se rinde. Porque todavía hay lectores que lo esperan cada mañana, que confían en sus páginas, conversan y brindan de trabajo a su amigo canillita, y que eligen día a día diarios como el Nuevo Diario, fuente de credibilidad.
El desafío está en sostener esa calidad, fortalecer el vínculo con la comunidad y seguir cumpliendo nuestro rol: informar con responsabilidad, trabajar con la mayor pasión posible, con profundidad y con compromiso. Mientras eso suceda, el diario impreso no se va. Ni debe irse. Porque más allá de la tinta y el papel, lo que permanece es la verdad bien contada, la identidad que como santiagueños se reflejan en las páginas. Y eso, sin dudas, todavía vale la pena.
Dalton Sayago
Redacción del Nuevo Diario