
Por ahora, no hay sorpresas en la estrategia del macrismo en el Congreso. Intentará mantener una oposición dividida entre “dialoguistas” e “intransigentes”. Esto se presenta como una coyuntura ideal para aquellos que puertas adentro del peronismo ya empezaron a diseñar la forma en que éste se reestructura de cara al futuro. La discusión entre opositores “responsables” y opositores “radicales” oficia como velo entre las disputas intestinas por hacerse con el liderazgo del partido.
Comenzó formalmente la actividad parlamentaria en Argentina. Como cuando Michael Buffer lanza su archifamosa frase “Let’s get ready to rumble”, el presidente Macri dio comienzo al período de sesiones ordinarias del Congreso en una sala abarrotada de diputados y senadores que se dispusieron a escuchar el primero de los cuatro discursos que quien encabeza el Gobierno debe realizar en el parlamento para inaugurar el ejercicio ordinario de la más plural de las arenas de la política argentina.
“Tinta Roja”
Mucho se discutió en los días previos sobre el tono en que el flamante presidente daría su primer discurso. Las nuevas internas en el seno del poder PRO empiezan a asomar en la prensa escrita y se dejaron ver posiciones muy contrapuestas al respecto. Los diarios señalaban que unos iban por un discurso fuertemente cargado de la herencia recibida y las condiciones en que se encontraba el Estado en el momento de asunción y otros impulsaban una intervención que pusiera énfasis en la esperanza y el optimismo de un futuro promisorio.
“Las dos cosas”
Como diría Andrés Calamaro o alguna vez también la mismísima Chilindrina, Macri optó por ensayar una intervención que contuviera ambas posiciones y armó un mix que tuvo una notable carga negativa (respecto de lo que anticipaban los grandes medios), acerca de las condiciones en las que había encontrado la economía argentina y las principales instituciones del Estado. Sin hacer un solo reconocimiento a quienes lo antecedieron en el cargo (ni mediata ni inmediatamente), Macri saltó a los avances de su corta gestión para sellar su arenga con los tres lineamientos que guiarán la política a lo largo de su primera gestión: Pobreza Cero, Combate al Narcotráfico y la Unidad de los Argentinos.
“Voy a quedar como Alí”
Mientras mostraba una mano, Macri preparaba el golpe con la otra: comenzó señalando que venía a trabajar sobre las coincidencias y cargó con todo contra las políticas del kirchnerismo, del que tenía enfrente más de un ex ministro en su nuevo rol legislativo. La respuesta fue seguramente la esperada: bullicio, gritos, respuestas y acusaciones desde algunas de las bancas opositoras, a los que Macri respondió con una seguramente ensayada frase acerca del respeto que debían guardar por “los votos de la democracia”. El flamante presidente golpeó al peronismo donde le duele. “Sí-se-puede”, coreaban los legisladores oficialistas, un mantra acuñado durante la campaña electoral para darse ánimo contra el partido que ha hegemonizado la política argentina durante los últimos años.
“Amor amarillo”
No faltaron oportunidades en que el flamante presidente mostrara sus dotes de “hombre común” tan exitosas como ensayadas durante la campaña electoral, contestando parsimoniosamente a los gritos desde las bancas cuando leyó por segunda vez un párrafo de su discurso. Sorprendió a propios y ajenos haciendo referencia a la última dictadura militar como “los años más oscuros de la historia argentina”, para culminar el párrafo con un “Nunca más”, que da cuenta de la fuerte convicción democrática del PRO que tanto se pone en cuestión desde la oposición. No quedaron sin mencionar medidas como la disminución de IVA y la universalización de la Asignación Universal por Hijo (con un reclamo de reconocimiento de autoría a la diputada Carrió).
“Los mismos de siempre”
Hace unos meses garabateábamos acá las posibles estrategias del macrismo en el Congreso y estas no parecen haber cambiado mucho. Un peronismo dividido (ahora formalmente en la Cámara de Diputados) donde hay actores propensos al diálogo y otros que serán mostrados como intransigentes ante cualquier iniciativa para el gobierno. Para estos últimos, corrieron veladas amenazas acerca de posibles investigaciones judiciales a lo largo del discurso de apertura, incluyendo un anticipo de la reapertura del irresuelto caso Nisman que empieza a volver a ocupar espacio central en la agenda de los medios y la opinión pública. Tal cual especulábamos, los gobernadores fueron considerados interlocutores privilegiados de diálogo tanto para discutir los “recursos” como para avanzar en la Cámara alta. Una vez más, las cosas se muestran distintas, pero no tanto.
“Té para tres”
El escenario que se va configurando nos deja ver un oficialismo que irá construyendo su relato, eminentemente político, con el correr de sus días a cargo de la gestión. Intentarán mantener a una oposición dividida entre “dialoguistas” e “intransigentes”. Por su parte, esto se presenta como una coyuntura ideal para aquellos que puertas adentro del peronismo ya empezaron a diseñar la forma en que éste se reestructura de cara a un futuro inmediato, haciendo lugar a la discusión entre opositores “responsables” y opositores “radicales” que oficia como velo entre las disputas intestinas por hacerse con el liderazgo de la fuerza dominante del sistema político argentino. En síntesis: tanto “dialoguistas” como “intransigentes” y oficialistas como opositores ocupan, por ahora, un lugar que resulta funcional para dar cuenta de la existencia de los otros dos.
“Antón Pirulero”
En este escenario, todos ensayaron sus nuevos roles: Cambiemos da sus primeros pasos para ocupar el lugar del oficialismo a nivel nacional y el grueso del FPV llega a esta situación endulzado de más de una década de jugar el papel de la mayoría gobernante. En este escenario, quienes corren con alguna ventaja comparativa son aquellos que se renuevan en su rol opositor. Por ejemplo, Sergio Massa y Margarita Stolbizer que, sin dilaciones, comenzaron a tejer un acuerdo parlamentario que podría culminar en una “feliz” convivencia política con fuerte anclaje territorial, ya que ambos ex candidatos presidenciales son oriundos de la provincia de Buenos Aires. Esto más allá de las conveniencias inmediatas que reporta en el Congreso Nacional el incremento cuantitativo de cualquier bloque parlamentario, a la hora de construir poder en esta arena con miras a ocupar el lugar de “la” oposición.