Recientemente, un grupo de científicos que trabajan para una agencia de la OMS determinó que el consumo diario de 50 gr. de carne procesada aumenta la posibilidad de desarrollar un tipo específico de cáncer, el colorrectal, en 18%. También consideró que hay evidencia limitada que indicaría que el consumo de carne roja podría asociarse a diversos tipos de cáncer.
Esa información se tradujo en titulares como éste: “Las salchichas y el jamón son tan cancerígenos como el tabaco, según la OMS”. Esta afirmación, extremista y melodramática, no nos ayuda ni a comunicar resultados científicos a la población, ni a mejorar su dieta. Por el contrario, sólo sirve para desprestigiar la información científica, en el mejor de los casos, y provocar pánico en el peor de ellos. Y no es la primera vez que ocurre: vimos titulares parecidos cuando la OMS comunicó sus resultados acerca de los teléfonos celulares, el glifosato y las naftas diésel.
Para comprender cómo se pasó de la comunicación de una prudente evaluación de los riesgos asociados a la carne a los titulares, debemos examinar con más atención el sistema de clasificación de la OMS y la manera en que ésta elige comunicar sus hallazgos.
Como adelanto: la confusión es estricta responsabilidad de la OMS, su empeño por continuar utilizando una clasificación confusa y su manía por emitir comunicados de prensa sin las debidas aclaraciones.
Empecemos por los datos. La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (más conocida por sus siglas en inglés, IARC) es una rama de la Organización Mundial de la Salud que, entre otras tareas, investiga y determina qué sustancias son carcinógenas. El lunes 26 de marzo, el grupo de trabajo de la IARC, compuesto por 22 científicos, anunció que tras analizar la evidencia disponible en una larga serie de estudios, se habían decidido a clasificar la carne roja como “probablemente carcinógena para humanos” (Grupo 2A) y a la carne procesada como “carcinógena para humanos” (Grupo 1).
¿Qué significan estos grupos? La IARC clasifica las sustancias que analiza en distintas categorías.
El Grupo 1 está reservado para todas aquellas sustancias de las que se dispone una fuerte evidencia para asociarlas con el cáncer, incluyendo algunas realmente peligrosas —el plutonio y el radio— con otras relativamente peligrosas —el tabaco, el alcohol— y otras relativamente seguras: los anticonceptivos hormonales y la carne procesada. Las siguientes categorías, 2A (“probablemente carcinógenas”) y 2B (“posiblemente carcinógenas”) son aquellas en donde la evidencia que muestra una relación con el cáncer es menos clara.
Y la siguiente categoría, la 3, es para aquellas sustancias que no pueden ser clasificadas por la ausencia de datos.
Podemos ver, por lo tanto, que las clasificaciones se basan en la contundencia de la evidencia, y no en el grado de riesgo que estas sustancias implican.
Dos sustancias pueden ubicarse en la misma categoría si el contacto esporádico con una aumentará dramáticamente el riesgo de desarrollar varios tipos de cáncer (como el radio, o el plutonio) o si el consumo periódico incrementara en un leve 18% la probabilidad de desarrollar un tipo de cáncer específico (como la carne procesada).
Por lo tanto, esta nueva clasificación no significa que las salchichas, el jamón o la panceta sean tan mortales como el tabaco o el alcohol. El cáncer provocado por el cigarrillo y por las bebidas alcohólicas provoca muchas más muertes que las que se dan por cáncer causado por el consumo de carne procesada. La graduación más alta sólo significa que la evidencia que vincula la carne procesada al cáncer es más fuerte que la evidencia que asocia a otras sustancias con el cáncer. La clasificación mide la calidad y la contundencia de la evidencia disponible, no el grado de la peligrosidad de una sustancia. Es decir: el plutonio es más peligroso que la carne procesada; pero estamos tan seguros de la (alta) peligrosidad del plutonio, como de la (baja) peligrosidad de la carne procesada.
Pero la OMS no puede ignorar que al decir que las sustancias del Grupo 1 son “carcinógenas”, muchas personas entenderán que definitivamente desarrollarán cáncer si las consumen.
De manera similar, al decir que una sustancia pertenece al Grupo 2A, como la carne roja, lo que la OMS quiere decir es “hay algunos estudios que asocian estas sustancias al riesgo de padecer cáncer, pero no estamos seguros de que tan poderosa sea esta evidencia: podría ser que no haya conexión entre estas sustancias y el cáncer”. Pero cualquier persona razonable que lee “la carne roja es probablemente carcinógena”, entiende: “Es probable que estas sustancias produzcan cáncer si Ud. las consume”.
Es la manera confusa en que la OMS elige presentarle estos datos a la población, la que provoca que éstos sean malinterpretados.
No ayudó que, ante la confusa gacetilla de prensa emitida por la IARC, la inmensa mayoría de los medios se dedicaran a replicarla sin ahondar en la clasificación, y en algunos casos optando por titulares extremistas: de ahí que varios diarios hayan dado a entender que un cigarrillo y una feta de salame son igual de peligrosos. Insistimos: no lo son. La evidencia que los asocia al cáncer es igual de contundente; pero la medida en que ocasionan cáncer, la cantidad de tipos de cáncer a las que están asociados, y las probabilidades de desarrollarlo a partir de su consumo son muy diferentes.
En definitiva: siéntase libre de acompañar su cena de hoy con algunas fetas de salame o jamón. Si se siente aguerrido, incluso, puede acompañarlas con una copa de vino. Y ante cualquier duda, como siempre, no deje de consultar a su médico.