
A más de una semana de las elecciones nacionales que declararon ganador una vez más al Presidente de Bielorrusia Alexander Lukashenko, por un margen superior al 80% de los votos contabilizados por su gobierno. Elecciones en las que se enfrentó a Svetlana Tsikhanovskaia, que según los resultados oficiales obtuvo un escueto 9% de los votos, y que debido a sus denuncias de fraude tuvo que refugiarse junto a sus hijos en Lituania por seguridad personal; se desató en aquel país una revuelta civil solicitando nuevas elecciones que fue acompañada de manifestaciones masivas diarias que son reprimidas por las fuerzas policiales y militares leales al régimen. Y en las que se cuentan cifras superiores a los 80 desaparecidos, 7000 detenidos, centenares de torturados en las prisiones estatales, centenas de heridos y muertos por disparos con munición viva y no letal debido al accionar policial; según los datos proporcionados por periodistas independientes.
Estas protestas pro-democracia que no dan señales de apaciguarse ni de detenerse comenzaron en las Ciudades de Minsk y Brest y se han extendido por todo el país. Y cuentan con el apoyo de ciertos sectores de la iglesia ortodoxa, los sindicatos de tranvías, azucareros, transportes de Minsk, sindicatos de mineros independientes, los sindicatos de químicos, de automotores, de los artistas, médicos y medios audiovisuales. Tanto es así que políticos pro-gubernamentales como el alcaide de Zhodino en el área metropolitana de Minsk y algunos embajadores destacados en la Comunidad Europea se están declarando a favor de la protesta y han ordenado a las fuerzas del estado bajo sus órdenes no reprimir más.
Mientras que Lukashenko por su parte en un acto partidario en el cual fue abucheado solicitándole la renuncia, contestó que las elecciones no se repetirían y que solo muerto lo sacarían del poder.
Y es que la población de Bielorrusia está exigiendo un cambio político profundo luego de ser gobernados por Lukashenko desde el año 1994, en que ganó las elecciones de forma libre y democrática. Pero desde aquel momento el perfil del presidente ha ido cambiando y manipulando a las organizaciones estatales a favor de su movimiento y de sus aliados políticos perpetuándose en el cargo, lo que le valió el apodo del El Ultimo Dictador de Europa. Su popularidad se cimentó porque al contrario de lo ocurrido en los demás países del antiguo bloque soviético, Lukashenko defendió políticas sociales favorables a la población y mantuvo el control estatal de las grandes empresas productivas nacionales, lo que evitó la política de shock transformadora que dejó en la pobreza a los antiguos trabajadores en sus países vecinos.
Debido a la corrupción, al autoritarismo, y a una burocracia creciente, el país se estancó económicamente desde el año 2010 lo que provocó un deterioro en las condiciones de vida y un desempleo creciente que fue acompañado por incrementos en las tasas impositivas sumado a la creación de un impuesto a los desocupados que terminó detonando el apoyo a su gobierno; y que condujeron a estas elecciones donde el pueblo creyó haber logrado un cambio de régimen a través de las urnas.
Si bien es posible que el descontento y las manifestaciones prosigan aumentando con algunas unidades militares y policiales que comiencen a desobedecer al gobierno central, el final no está tan claro y existen muchas posibilidades de que Lukashenko pueda apaciguar a la población a través de una represión generalizada.
Y esto es así, debido a dos factores fundamentales:
El primero que las fuerzas armadas en su gran mayoría le son fieles debido al sistema de corrupción y prebendas reinantes en estas ya que el estado les paga sus salarios a término, y por el temor de perder sus trabajos en caso de que triunfe la revolución.
El otro componente y quizá el más importante es el apoyo y una posible intervención militar de su gran aliado Rusia.
Y es que Rusia considera a Bielorrusia como su patio trasero y zona directa de influencia para contrarrestar el avance occidental sobre lo que una vez fue el Pacto de Varsovia, que se desvaneció luego de la caída de la Unión Soviética y su desmembramiento.
Rusia firmó en el año 1994, con Bielorrusia y otros países La Organización del Tratado de Seguridad Colectivo (CSTO) como contraparte a la OTAN. Tratado que fue refrendado nuevamente en el año 2002 y que permite la intervención de tropas de la alianza en cualquier país que por motivos de emergencia lo solicitare. Además de coordinar acciones contra tráfico de armas, anti-terrorismo, y cumplimiento de la ley entre otros ítems. Sumado a esto, desde el año 2013 Rusia y Bielorrusia establecieron un grupo de intervención militar con fuerzas conjuntas formada por 4000 soldados y un grupo de paz adicional con 3500 soldados, mas 800 policías para ser movilizados en caso de urgencia en la región.
Es por esto que Rusia, actuando en lo que ella considera la defensa de sus intereses nacionales y ante el temor de la instalación de un gobierno que le sea más favorable a los intereses Europeos y Americanos, podría intervenir en defensa de su aliado si es que no recibe las garantías suficientes de que el sucesor de Lukashenko seguirá la misma línea de encolumnamiento con Rusia, y mantendría los pactos existentes tanto militares como económicos.
Aunque existe otra posibilidad que consideramos más remota en estos momentos y es la de la anexión de Bielorrusia al estilo Crimea. Según versiones que no han podido ser confirmadas hasta la publicación del presente artículo, luego de una conversación telefónica entre Putin y Lukashenko, Rusia envió por lo menos dos caravanas de vehículos militares a la frontera con su aliado con al menos 600 militares en uniformes sin ningún tipo de identificación.
La situación de inestabilidad política en Bielorrusia preocupa sobremanera a la Comunidad Europea que en defensa de la democracia y los derechos humanos podría establecerle nuevas sanciones, lo que desataría una nueva Guerra Del Gas ya que el 20% del que se consume en Europa pasa por este país a través del gasoducto Yamal-Europa de este país. Y porque Europa vería con buenos ojos un cambio de régimen que le sea más favorable permitiéndole expandir su área de influencia y sus negocios. Al día de hoy todas las opciones están sobre la mesa y el final sigue abierto.