Juan José Aranguren, el ministro de Energía convertido en villano de la película a causa del tarifazo, sostuvo el martes al exponer ante los diputados que no eran necesarias las audiencias públicas para decidir los aumentos en los servicios públicos, como le reclamaban. El jueves, contra toda opinión del ministro, cuya solidez técnica nadie pone en duda, la Corte Suprema anuló los incrementos del gas para los usuarios residenciales y sostuvo que las audiencias públicas eran de cumplimiento obligatorio.
El viernes, Aranguren no fue invitado a la reunión de coordinación en Olivos, que reúne al presidente Mauricio Macri, al gabinete económico y otros principales colaboradores. Contó un asistente que algo cambió: Macri pasó de sostener “déjenlo que Aranguren se ocupe solo”, a un “vamos a resolverlo en conjunto”. Pero este “error” —o serie de “errores” como dicen en el propio gobierno con muy piadosa autocrítica— no pondría en juego la continuidad de Aranguren, no al menos por ahora. “Macri no le va a soltar la mano en este momento”, afirma un alto funcionario que preferiría ver eyectado al ex titular de Shell como fusible de esta crisis.
El Gobierno salió a decir en off, tras el fallo de la Corte, que la cosa no era tan mala. Se frena tan solo el tarifazo para los hogares, pero no para las industrias, o la energía que consumen centrales productoras de energía, que suman el 76%. Y tras las audiencias, en definitiva, habrá aumentos, y las empresas distribuidoras empezarán a enviar las facturas desde comienzos de septiembre.
Pero hay otra variable menos mentada por el Gobierno, y es el costo político del revés que significó el fallo de la Corte, que deja al desnudo a un gobierno improvisando, justo en un tema que nada tiene de sorpresivo: como el aumento del dólar, resolver tarifas era tema de cajón del nuevo gobierno que asumiera en diciembre. “¿Tenían que hacer todo a tientas y a locas?”, es lo que muchos se preguntan. Las críticas no están sólo en la oposición: dentro del oficialismo, y no sólo los radicales aliados sino el ala más política de PRO, cruje en su interna con el “ala técnica”, los “CEO del gabinete” que “sólo miran el Excel y no piensan en la gente”. Esa ala política se muestra descreída de la campaña del “timbrazo” que hizo el Gobierno este sábado, sucedáneo de la “política en las redes sociales” que cultiva el sector de mayor predicamento (donde talla el gurú ecuatoriano Durán Barba); y cree que sólo trabajando políticamente en el territorio y sumando dirigentes y fuerzas en todo el país el proyecto tendrá futuro.