Cuando elegimos diputados nacionales, los argentinos elegimos entre listas cerradas que los partidos nos proponen. Existen muchas alternativas menos restrictivas que ésta. De hecho, en América Latina sólo Uruguay y Costa Rica tienen además de Argentina listas cerradas y bloqueadas como única opción.
Para presentar candidatos a cualquier cargo de representación popular, en Argentina rige el monopolio partidario. Por supuesto, existen alternativas menos restrictivas para postular candidaturas. De hecho, una enorme cantidad de democracias, desde Australia, Gran Bretaña y Japón, entre las más establecidas, hasta México, Chile y Bolivia, entre las latinoamericanas, permiten a los ciudadanos presentar candidaturas por canales alternativos a los de los partidos.
La posibilidad de definir preferencias dentro de las listas, o de presentar candidaturas independientes, supone dar más opciones a los electores. Sin embargo, no muchos expertos en sistemas electorales dirían que esta mayor amplitud de opciones es necesariamente positiva, sobre todo si se toma como parámetro el impacto sobre el funcionamiento del sistema político.
En verdad, existe un amplio consenso que los politólogos argentinos comparten con los políticos —aunque por razones que probablemente no sean idénticas— respecto de la conveniencia de mantener las listas cerradas y bloqueadas y el monopolio partidario de las candidaturas, aunque ciertamente esto implique menos opciones para los votantes.
Dicho esto, resulta cuanto menos curioso que la propuesta de elegir precandidatos en las PASO dentro de una agrupación específica, propuesta incluida en el proyecto de reforma electoral que envió el Ejecutivo al Congreso, sea atacada por su carácter restrictivo a la libertad del elector.
La cuestión política: de una primera vuelta de hecho a primarias abiertas con ofertas electorales claras
Es ya un lugar común afirmar que las PASO operan como una primera vuelta de hecho, generando una competencia entre candidatos de diferentes agrupaciones. Así en las PASO 2015 los medios se focalizaron en la distancia entre Scioli y Macri, cuando ambos no competían formalmente de ninguna manera. La primaria por agrupación podría en alguna medida moderar esa distorsión, más aún si los partidos vieran en la modificación un incentivo para tener competencia interna. Esto haría de las PASO algo más parecido a aquello para lo que se supone se crearon. Si las PASO efectivamente fueron implementadas con el objetivo de acercar a los ciudadanos a los partidos, es razonable entonces que los votantes elijan a qué partido prefieren acercarse.
En este sentido, la idea de PASO por agrupación también es una medida, por modesta que sea, en sentido contrario a la excesiva personalización de nuestro sistema político y la creciente insignificancia y volatilidad de los sellos partidarios. Con el formato propuesto de primarias se modera el carácter exclusivamente personal de las campañas de PASO.
Finalmente, pero no menos importante, la exigencia de votar por agrupación incentiva a los partidos a conformar alianzas verticalizadas, que cabe esperar se den en forma relativamente homogénea, al menos en el caso de elecciones presidenciales. La norma plantea que para presentar listas que compiten en una misma primaria, las agrupaciones que presentan candidatos en diferentes categorías (nacionales, distritales, y provinciales en caso de simultaneidad), deben conformar un acuerdo electoral.
Como cada partido o alianza puede formar parte de un solo acuerdo electoral, y se termina la posibilidad de presentar listas colectoras, lo esperable es que esta disposición incentive la conformación de alianzas verticales (entre categorías de cargos) que concentren, nacionalicen y ordenen la oferta electoral. Esto daría mayor coherencia y consistencia a la competencia.
La suerte de las PASO por agrupación
Los actores políticos tienen sus propios intereses para apoyar o rechazar propuestas de reforma electoral. Precisamente por el carácter relativamente volátil de nuestro sistema de partidos, por la decreciente relevancia de las etiquetas partidarias, por la profunda desconexión entre los ciudadanos y los nombres de los partidos y alianzas, es que las PASO por agrupación no constituyen una medida que todos los políticos necesariamente festejan como la mejor forma de maximizar su posición relativa. En otras palabras, es comprensible que la idea de PASO por agrupación pueda generar alguna resistencia entre políticos que podrían racionalmente preferir no estar atados a un partido o a un sello por el cual se presentarán, o que prefieran competir exclusivamente en términos personales antes que en el marco de una agrupación política reconocible por los electores.
En otras palabras, es precisamente por sus potenciales efectos positivos, en términos de alentar la presencia de una oferta electoral más clara, más ordenada, más consistente, con etiquetas partidarias reconocibles para los electores, que estimule la inversión de esfuerzos políticos en construir esas etiquetas, esta propuesta podría ser evaluada con recelo por algunos sectores políticos.
Pero es precisamente por esas mismas razones que la propuesta de las PASO por agrupación, tanto como la sí más generalmente celebrada eliminación de colectoras, merece el apoyo de quienes compartan estos objetivos.