Como docente y divulgador científico, entiendo la profunda transformación que la inteligencia artificial (IA) está provocando en el aula. Ya no se trata solo de transmitir conocimientos, sino de cultivar mentes críticas y adaptables. La enseñanza debe evolucionar para enfocarse en el pensamiento crítico, la creatividad y las habilidades blandas, aspectos que la IA no puede replicar. Como señala Andreas Schleicher, director de Educación y Habilidades de la OCDE, "la clave está en enseñar a los estudiantes cómo pensar, no qué pensar". Esto implica ir más allá de la memorización y adentrarse en la resolución de problemas complejos, la formulación de preguntas pertinentes y la capacidad de discernir la validez de la información, incluso cuando proviene de una IA. La alfabetización digital y en IA es fundamental; los estudiantes deben comprender no solo cómo usar estas herramientas, sino también sus limitaciones y las implicaciones éticas de su aplicación.
La IA, lejos de ser un adversario, es una aliada poderosa si se utiliza estratégicamente. Puede personalizar el aprendizaje, adaptando el ritmo y el contenido a las necesidades individuales de cada estudiante, algo que Michael Fullan, reconocido experto en cambio educativo, ha enfatizado al hablar de la "profundización del aprendizaje". Las plataformas adaptativas y la retroalimentación instantánea que ofrece la IA permiten a los alumnos corregir errores y afianzar su comprensión de forma autónoma. Para los docentes, la IA puede automatizar tareas repetitivas, liberando tiempo para una interacción más significativa con los estudiantes. También puede ayudar a generar materiales didácticos o analizar datos para identificar patrones de aprendizaje y predecir dificultades, lo que permite intervenciones tempranas y más efectivas. Además, herramientas como los tutores virtuales, las simulaciones con IA o la realidad virtual, aumentada y los laboratorios remotos potenciados con IA, ofrecen experiencias de aprendizaje inmersivas y enriquecedoras que antes eran inimaginables.
El desafío más inmediato surge cuando los alumnos utilizan la IA para resolver tareas. Aquí, la respuesta no es prohibir, sino redefinir la naturaleza de las actividades. Debemos diseñar tareas que exijan pensamiento de alto nivel, que no puedan ser resueltas con un simple prompt (instrucción o pregunta que le das para obtener una respuesta). Esto incluye pedir análisis crítico, síntesis de información de diversas fuentes, aplicaciones de conocimiento a escenarios novedosos o la justificación de decisiones complejas. Como sugiere Tony Wagner, autor de "Creating Innovators", las habilidades más importantes para el siglo XXI son el pensamiento crítico y la resolución de problemas. Priorizar el proceso sobre el producto final, solicitando a los estudiantes que documenten su razonamiento, muestren borradores o expliquen las herramientas utilizadas (incluida la IA si la emplearon), promueve la transparencia y el aprendizaje. La incorporación de presentaciones orales y debates también puede asegurar que los estudiantes realmente comprendan lo que han producido. Es crucial establecer expectativas claras sobre el uso ético y fomentar la transparencia, enseñando a citar adecuadamente cuando utilizan estas herramientas. La IA puede ser una herramienta para la "co-creación", donde el estudiante la utiliza para generar un borrador, pero luego lo critica, edita y enriquece con su propia perspectiva. Si bien existen herramientas de detección de IA, su uso debe ser cauteloso y formar parte de un proceso de evaluación más amplio que incluya la observación directa del docente y el conocimiento del estilo de escritura del alumno. En última instancia, el énfasis debe estar en el desarrollo de habilidades transferibles y en la comprensión profunda del contenido, lo cual puede evaluarse de manera efectiva a través de exámenes en clase, evaluaciones orales o portafolios de aprendizaje que muestren el crecimiento y la evolución de los estudiantes a lo largo del tiempo.
El docente actual debe ser un facilitador del aprendizaje, no solo un transmisor de información. Su perfil incluye ser un guía empático que fomenta el pensamiento crítico, la creatividad y las habilidades blandas, y promueve la alfabetización digital. Es un diseñador de experiencias de aprendizaje que integra la tecnología, incluida la IA, de forma ética y pedagógica para personalizar la enseñanza. Para el docente de "antaño", la actualización es crucial: implica adoptar metodologías activas, desarrollar competencias digitales, aprender a usar la IA como herramienta para optimizar su práctica y generar contenido, y transformarse en un mediador que prepara a los estudiantes para un mundo en constante cambio.
Prof. Dr. Carlos Marcelo Ruiz- Divulgador Científico de Santiago del Estero.