Estamos cansados de ver actores que tratan de conmovernos con emociones falsas; estamos cansados de pirotecnias y efectos especiales. Y aunque el mundo que habita es, en cierto sentido, una impostura, no hay nada falso en Truman. No hay un guión. No hay frases hechas(fragmento de la película “The Truman Show”, de 1998)
Así como nos indican estas palabras, podríamos agregar que en este futuro que es muy distinto al planteado por el guionista y el director de esta película, “Gran Hermano” tiene toda una casa, un universo armado, pero termina siendo lo más real, incluso la Casa es un participante más y es más real que los mismos participantes. Entonces, he ahí la pérdida de la esencia del espíritu con que fue concebido este reality show: con la promesa de mostrar lo genuino de personas reales, comunes como los mismos espectadores. Pero hoy, son más actores que los que salen en las películas.
El padre de los realitys comenzó su décimo segunda edición el lunes pasado, conducida por Santiago del Moro y con una estética totalmente remodelada tanto en escenografía, toda la infraestructura de la casa y nuevas posibilidades de juego. Gran Hermano inició por el canal de televisión Telefe, donde inició en el 2001, pero mucha agua ha cruzado bajo el puente desde entonces y aquí vamos a revisar, primero, el gran cambio que ha sufrido desde su estructura hasta hoy con más arquetipos, modelos o “personajes” armados para el espectáculo que las mismas personas, que venden su genuinidad.
La ilusoria naturalidad
En el libro de Paula Sibilia, “La intimidad como espectáculo”, hay toques filosóficos y existenciales de la propia humanidad, del ser humano como ser social, pero sin adentrarnos demasiado en eso, el campo del espectáculo mediático para poner en vidriera las vidas privadas de las personas ha sido un negocio redondo que comenzó a facturar millones de dividendos desde mediados de los años 90, cuando la internet se expandió por el mundo y los programas “de chimentos” o las secciones de espectáculos en los medios masivos, vendían más que otros. Pero lo que antes vendía, hoy no tanto, era la vida privada de los famosos y cuando aparecieron los realitys shows, lo que terminó siendo más redituable es la vida privada de no famosos y aún más, de desconocidos que se convirtieron en famosos.
“¿Cómo se llega a ser lo que se es? Esto se preguntaba Nietzsche en el subtítulo de su autobiografía escrita en 1888… Después de ese episodio, el filósofo quedaría sumergido en una larga década de sombras y vacío hasta morir desprovisto de espíritu…”, nos define así Sibilia en su libro. Pero quizás sea un indicador que nos sirva para entender el planteamiento de este mercado: la genuinidad y la naturalidad de los no famosos, de las personas comunes es el producto en venta. La vida privada comenzó a estar en venta.
Tiempo después de que invadieran este tipo de programas de televisión, los realitys y demás, las redes sociales hoy cumplen aún más esa función. Son la vidriera por excelencia de la vida privada de cada persona, que ellos mismos exponen, cotizan y hasta intercambian. Y eso es lo atractivo: se plantea una dicotomía funcional al sistema, que a las personas les gusta mostrar-se y mostrar su vida; y por el otro lado, a las personas les gusta mirar la vida del otro y mirar-se a sí mismo, en ella a la vez. Porque, volviendo a la pregunta de Nietzsche, la existencia humana se basa muchas veces en eso, en querer “ser” y buscar “ser”, y qué mejor que aunque sea soñar o jugar a “ser” ese otro que está en una casa, expuesto, disfrutando de placeres, jugando y siendo “famoso”.
Por eso, ese primer Gran Hermano en Argentina, donde “la naturalidad” del ser ellos mismos, era lo que a los participantes los hacía quienes eran y eso le daba a la gente la posibilidad de sentirse identificados y elegir cuál era su favorito. Esa primera edición estaba despojada de muchos adornos que hoy esta nueva edición tiene, pero de más. Propia de los tiempos que corren ha sufrido el golpe duro de lo ficcional que terminan siendo todas estas personas que muestran su vida privada, maquetando, guionando y practicando una y otra vez, hasta que salga bien. Como lo son hoy las redes sociales; casi el 15% de lo que cada usuario muestra en historias, fotos y videos de su vida, es real o auténtico ¿Acaso no “elegimos” qué mostrar o recortar algunos sitios, circunstancias o sacar a personas de algunas fotos? Bueno, hoy todo eso ha influenciado y maneja la agenda. Por eso, la naturalidad es ilusoria, es una promesa inconclusa de este tipo de programas y la búsqueda de esa genuinidad, es lo que mantiene en vilo a los espectadores.