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La industria Disney: un mundo de horfandad y sueños de inmortalidad

WEC (Ilustrador digital y periodista) - Entender los elementos básicos del género fantástico y sus principios que lo definen

Sin duda alguna, la fábrica de los sueños, ha sido desde la época de los primeros pasos del cine hasta la era actual, la Industria Walt Disney. La fantasía se ha representado mejor que en ningún otro sitio a través de sus animaciones, de sus producciones audiovisuales para toda la familia, pero con una fórmula infalible: el popular “happy end” (“final feliz”). Pero el modelo de espectador ha cambiado, ya las generaciones actuales se han cansado y se han revelado, incluso, ante este modelo narrativo que ha planteado construcciones culturales imposibles de ser “reales” en nuestro mundo. Bueno, de eso se trata la fantasía ¿no? Pero la culpa no es del todo de ellos, en todo caso, la única culpa que ha cometido esta compañía es plantear estos ideales como si fuese una declaración de intenciones inamovibles o posibles de cumplir. Lo cierto es que, en la mayoría de los casos, el “happy end” nunca se da como lo hubiéramos imaginado. Pero ¿qué hay detrás de toda esa puesta en escena de felicidad, sonrisas, amor, pureza y fantasía desmedida?

The Walt Disney Company es considerado actualmente el conglomerado de medios de comunicación y entretenimiento estadounidense más grande del mundo. Su actual sede se halla en Burbank, California. Fue fundada por Walt y Roy Disney en 1923, compitiendo primeramente contra Fleischer Studios, con los cortometrajes de Mickey Mouse y Silly Symphonies; y en el año 1930 empezaría el rodaje de “Blancanieves y los siete enanitos”, que se estrenó en 1937.

A pesar de que “Fantasía”, se estrenó en 1940 y fue el tercer largometraje de animación de la compañía (“Blancanieves y los siete enanitos” y “Pinocho”), también fue una bomba de taquilla pero su logró más importante tuvo que ver con el sonido envolvente logrado, para producir la banda sonora de las películas, convirtiéndola en la primera película comercial que se muestra en estéreo. Pero más allá de la fantasía misma ¿qué es lo que la define como tal?

Los principios de la fantasía

Uno de los grandes géneros narrativos más importantes es la fantasía, y es un estilo artístico que incluye elementos que rompen con la realidad. Se caracteriza por incluir personajes, situaciones o escenarios que no podrían existir en el mundo real. Pero en esa misma definición, plantea sus propias lógicas. Ya que para plantear un mundo fantástico, fuera de lo común, se debe mantener una coherencia narrativa a pesar de que se conforme por elementos inexistentes. Pues, los mismos existen en ese mundo inventado, ficticio, y si se los trata de abordar o entender con las lógicas de la realidad misma, se “rompe” justamente el principio básico de la ficción: que tiene el núcleo en el contrato subliminal entre el producto cultural y su autor que plantea una historia “irreal” o abordada desde un punto particular y el espectador que acepta esa historia ficticia como “real”.

Las características que definen la lógica de este género tiene que ver con: elementos sobrenaturales, como criaturas mágicas y lugares legendarios o inexistentes; los elementos fantásticos son centrales en la historia; no prioriza las representaciones realistas; los elementos que aparecen no se pueden explicar por medio de la razón.

En 1934, el proceso creativo acabó dando origen a una producción tan ciclópea e inaudita como “Fantasía”, que llevó al mismo jefe a decidir que sus famosas “Silly Symphonies”, aquellos cortometrajes animados, respondían a una fórmula agotada. De modo que, por un lado, Disney acometió la ambiciosa producción “Blancanieves y los siete enanitos”. Pero, por otro lado, el creador de Mickey Mouse sintió la necesidad de darle a su criatura más célebre un bienvenido empujón de popularidad, teniendo en cuenta que durante los últimos años se había visto eclipsado por estrellas como Donald, Goofy y peor aún, de la competencia, Popeye, de los Fleischer Studios.

Pero este género fantástico sume a los espectadores en un viaje donde hay un acuerdo tácito entre el autor y el espectador, llevando a los principios básicos de la comunicación, la estructura: emisor – receptor del mensaje. El mensaje es, sin dudas, la historia. Pero ese acuerdo sobreentendido entre ambas partes, tiene que ver con el hecho de despojarnos de las lógicas mundanas, humanas y de la realidad misma, y sumergirnos en el universo de irrealidad, ficción o hiperrealidad que nos propone cada producción, cada libro, cada historieta, cada serie o película. Sin ese acuerdo y esa aceptación del espectador, habría una ruptura entre los dos mundos y se perdería justamente esa “magia” que nos hace emocionarnos con cada aventura de nuestros personajes favoritos. Sin esa cobertura, sería como ir a ver un ensayo de una obra de teatro, pero con los actores en escena y no con los personajes activos.

Sentadas estas bases, la misma industria Disney, plantea dos grandes elementos que la definen: la horfandad y los sueños de inmortalidad.

El primer elemento: la horfandad

Me acuerdo haber leído durante mi etapa universitaria el libro “Para leer al Pato Donald” (Edicdion 2009, Ariel Dorfman y Armand Mattelart), que es un material clave de la literatura política de los años 70, que permanece vigente por la temática que aborda: las relaciones familiares, el imaginario infantil, la comunicación, la vida urbana, el ocio, el dinero, el consumo. Cuando este libro se publicó en Chile en 1972, fue recibido como una afrenta a la moralidad, un intento de socavar el mundo inocente y puro de la niñez.

“Atacar a Disney, desnudar al ídolo denunciando las falacias contenidas en sus creaciones, significaba quebrar la armonía familiar y, con ello, desarmar la metáfora del pensamiento burgués que Donald encarnaba. Disney se había convertido para los autores en una reserva incuestionable del acervo cultural del hombre contemporáneo…” (definición de sigloxxieditores.com.ar). Así, el cómic se revelaba como un manual de instrucciones para los pueblos subdesarrollados sobre cómo habrían de ser sus relaciones con los centros del capitalismo internacional.

Teniendo en cuenta esa lectura tan compleja acerca de un dibujo de historietas, el Pato Donald, nos planteaba todos esos conceptos. Pero me interesó uno que tenía que ver con la confección de sus personajes: en la estructura familiar, no había padres, es decir todos los personajes eran huérfanos, a lo sumo había un tío o un abuelo, pero no estaba el germen central de conformación familiar. Y planteaba esa horfandad, porque los padres justamente representan la autoridad, la moralidad, los límites y el hogar, eran personajes libres, sin ataduras y con sus propias reglas.

El segundo elemento: la inmortalidad

El sueño de inmortalidad se ha planteado en muchas historias de fantasía o de ciencia ficción, la resurrección directa o el personaje que no muere a pesar de todas sus batallas, han sido recurrentes en todo este tipo de universos. Pero es el segundo gran elemento que encontramos cuando analizamos la industria narrativa de Disney y su fantasía. Pero ¿Por qué el sueño y/o el deseo de inmortalidad?

Bueno, en realidad no es un sueño ni un deseo, directamente es una lógica o un principio que se plantea como real. Los personajes no mueren nunca, es más, muchos artículos o críticas se plantearon durante años cuando había intenciones de los autores para matar algún que otro personaje de los dibujos animados de Disney. Era hasta un “sacrilegio” que mueran. Y la explicación está en tres postulados: primero, si se plantea la muerte, los niños y la familia en general pondrá sobre la mesa ese tema y no es agradable, rompe la pulcritud, la pureza y la felicidad extrema de las historias; segundo, si mueren los personajes, puede morir cualquiera; y tercero, los personajes no pueden morir, porque he ahí la base de lo idílico en estos universos o atmósferas únicas. La fantasía deja de ser fantasía, y por lo tanto se cae el telón, la obra se termina y la cruel realidad se apodera de la lógica.

Sí, son dos principios contradictorios porque si la horfandad existe es porque hay muerte. Pero lo importante no es eso, sino que la muerte no se vea en escena o que se plantee como tal. Está sobredicha, no mencionada, sino que sugerida a través de las ausencias: la ausencia de padres, la ausencia de protectores. Cuando se deje entendido eso, habrá acabado la fantasía, el telón habrá caído y entonces la fuerza narrativa dejará de existir. Es por eso que el indicador es “sueño de inmortalidad”.

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