Diego Edson Morales García, un ciudadano peruano de 30 años, fue arrestado en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza tras ser descubierto con 90 cápsulas de cocaína en su aparato digestivo. Su itinerario comenzó en Lima, Perú, desde donde voló hasta el Aeroparque Jorge Newbery, y luego se dirigió a Ezeiza para abordar un vuelo con destino final en Milán, con escala previa en Frankfurt.
Sin embargo, fue detectado por las autoridades antes de que pudiera completar su peligrosa travesía. La Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) notó comportamientos sospechosos en Morales García, como su extrema tensión, la reciente emisión de su pasaporte y un itinerario inusual.
Tras un control con escáner corporal, se confirmó que transportaba múltiples cuerpos extraños en su interior. Fue inmediatamente internado en el Hospital de Ezeiza, donde permaneció bajo estricta vigilancia médica y policial durante cuatro días, período en el cual evacuó las 90 cápsulas que totalizaron 698 gramos de cocaína.
La justicia federal intervino rápidamente. El juez en lo Penal Económico Marcelo Aguinsky, quien tomó el caso, dispuso el procesamiento con prisión preventiva del acusado, además de imponerle un embargo de 48 millones de pesos. En su resolución, el magistrado destacó el altísimo riesgo para la vida que implicó esta modalidad de transporte de estupefacientes, calificándola como una operación suicida que convierte el cuerpo humano en una bomba de tiempo.
Las cámaras de seguridad de Aeroparque y Ezeiza confirmaron que Morales García actuó solo. El testimonio del taxista que lo trasladó entre ambos aeropuertos también descartó contactos intermedios. Esta información llevó a los investigadores a suponer que Argentina no era su destino final, sino una etapa de tránsito hacia Europa, y que probablemente ya hubiera realizado un viaje similar anteriormente.
Capsuleros, arriesgar la vida por traficar drogas
El caso vuelve a poner en foco una vieja y macabra modalidad de narcotráfico que parecía haber quedado en el pasado: el uso de "ingestados" o "capsuleros", personas que arriesgan su vida tragando cápsulas de droga para transportarlas clandestinamente en vuelos internacionales.
Esta práctica, que tuvo su auge hace una década y disminuyó durante la pandemia, vuelve a aparecer en los radares de las fuerzas de seguridad con cada vez mayor frecuencia. Según fuentes especializadas, los capsuleros representan una de las formas más crueles del contrabando de drogas, en la que el cuerpo humano se transforma en un simple contenedor desechable.
Las organizaciones narco los reclutan por sumas que oscilan entre 5.000 y 10.000 dólares, mientras que el valor de la cocaína en Europa puede llegar hasta los 55 mil euros por kilo, e incluso más en destinos como Australia o Nueva Zelanda. Para los carteles, sigue siendo un negocio rentable, aunque el costo humano sea altísimo.
