"Hoy nos sentimos algo huérfanos como cuando se pierde a un gran padre". Esas simples y profundas palabras del obispo de Añatuya, monseñor José Luis Corral, sintetizan lo que significó para el titular de la diócesis añatuyense la partida a la Casa del Señor del Papa Francisco.
"Recibimos innumerables e incontables expresiones de dolor, de gratitud y cariño de parte de todo el Santo Pueblo de Dios. También muchas personas, aunque no pertenezcan a la Iglesia, han querido manifestar su respeto y reconocimiento a un pontificado que marcó una época por su humanidad, sencillez y profundidad", dijo Corral a Nuevo Diario.
"Hoy, como Iglesia, elevamos nuestra acción de Gracia por estos 12 años al servicio de la Iglesia Universal. Agradecer su humilde testimonio, su generoso ministerio, por su incansable esfuerzo y experimentar una Iglesia cercana. Siempre me ha conmovido su gran sensibilidad humana. Nos enseñó a acercar a aquellos que están lejos y que el mundo dejó atrás".
"También fuimos testigos de su profunda preocupación por las grandes crisis de estos últimos tiempos. Sobre todo la guerra, la emergencia ecológica y la situación de los migrantes, entre otros. Además, interpeló a los poderosos y se comprometió una y otra vez a defender la justicia".
"El Papa Francisco fue para nuestra Iglesia católica un verdadero regalo. En profunda gratitud, el Papa murió con las botas puestas. Con la mano en el arado, con el delantal puesto y fue fiel a la misión hasta el final".
"Nos queda en el alma su mensaje Pascual en el balcón del Vaticano. Un observador de la esperanza y un incansable impulsor de la paz. Su enseñanza, su pastoral y su espíritu nos siguen iluminando. Que el Señor le conceda el descanso eterno, la luz que no tiene fin y que lo reciba en su banquete celestial", cerró el Obispo.