
Tras una semana en la que la presión internacional se multiplicó por el alerta de una hambruna entre bebés, niños y miles de civiles palestinos, el ejército de Israel presentó su plan para ganar lo que ellos consideran que es una guerra contra Hamas y cada vez más personas en el mundo ven como una limpieza étnica de los palestinos de la Franja de Gaza. Según reprodujo toda la prensa masiva israelí el domingo, el plan es ocupar militarmente el 75% del devastado territorio en los próximos dos meses, encerrar a más de dos millones de personas en tres zonas que apenas suman una extensión menor a la mitad de la Ciudad de Buenos Aires y debilitar a las agencias de la ONU y las ONGs humanitarias que hace meses se convirtieron en los principales denunciantes de los crímenes de guerra israelíes. ¿Cómo? Quitándoles el poder de recibir y distribuir la ayuda humanitaria que sigue bloqueando en su mayoría y sólo autorizarla a través de una nueva y oscura fundación con sede en Estados Unidos y vínculos con el gobierno de Benjamin Netanyahu.
Aunque el consenso dentro de Israel es aún mayoritario a favor de la ofensiva militar contra la Franja de Gaza y la deshumanización de los palestinos aún domina la mayor parte del debate público en ese país, las imágenes de bebés completamente desnutridos y muertos de hambre y las reivindicaciones de algunos dirigentes políticos generaron algunas grietas internas o potenciaron las críticas que ya existían, principalmente de familiares de los 58 rehenes que aún quedan en Gaza y que acusan a Nentayahu de prolongar el conflicto armado por su propio interés político en vez de priorizar un acuerdo que garantice su liberación.
Por eso, el jefe del ejército, el general Eyan Zamir, aseguró el domingo, durante una visita a las zonas ocupadas de la Franja de Gaza, que no se trata "de una guerra sin fin". No dio detalles sobre cómo se pueden cumplir objetivos tan abstractos como destruir a un grupo político (además de armado), pero poco después, oficiales de alto rango comenzaron a filtrar su plan a la prensa.
"Lo que llevará a Hamas a un acuerdo es la presión militar, eso es lo que trajo a los rehenes de vuelta a casa hasta ahora", le explicó en off un oficial de alto rango al medio Ynet. Bajo ese argumento, Israel profundizará aún más sus bombardeos, ataques y avanzada militar sobre una Franja de Gaza que tiene la mayoría de sus hospitales fuera de servicio, la mayoría de las escuelas y edificios residenciales destruidos, donde más del 90% de la población fue desplazada de su casa, vive con lo puesto y, según análisis internacionales, muchos de ellos pasan hambre hoy y -si la situación se mantiene- podrían sufrir una hambruna en los próximos meses. En algunos casos, el pronóstico es aún más severo y se trata de una cuestión de semanas.
Según coinciden todos los medios israelíes, el plan del ejército es ocupar militarmente, es decir, con tanques y soldados, el 75% de la Franja de Gaza a lo largo de los próximos dos meses. Actualmente, las fuerzas israelíes ya patrullan sobre el 40% de ese territorio palestino que fue ocupado por Israel en 1967, donde los sucesivos gobiernos israelíes construyeron colonias para su población, como en Cisjordania y Jerusalén este, con la única diferencia que en 2005, el entonces primer ministro Ariel Sharon decidió retirarse unilateralmente. No fue el final de la ocupación. Israel siguió controlando quién entraba y quién salía del territorio, su espacio aéreo y su costa sobre el Mediterráneo. Dos años después, tras el triunfo electoral de Hamas, comenzó un bloqueo mucho más estricto y una serie de ofensivas militares cortas pero sangrientas.
Fuentes militares filtraron a la prensa israelí que sólo con una ocupación efectiva en el terreno podrán destruir a Hamas, destruir todos sus túneles -se estima que después de un año y medio de constantes bombardeos y de casi 54.000 palestinos muertos (la mayoría mujeres y niños) la mayoría de los túneles aún no fueron descubiertos- y liberar a los rehenes. Actualmente quedan 58 ciudadanos israelíes secuestrados, aunque extraoficialmente en Israel se cree que la mayoría de ellos ya murió.
La ayuda humanitaria como arma
En resumen, tras 20 años de la llamada desconexión de Sharon, que generó una crisis interna israelí por la resistencia de los colonos, Israel vuelve a apostar por la ocupación militar tradicional de la Franja de Gaza. Excepto que esta vez las condiciones son aún más inhumanas que antes.
Porque el plan del ejército propone dos cosas para la población civil palestina que hoy vive hacinada en campos de desplazados, casi sin comida ni agua potable ni medicamentos. Por un lado, encerrar a los más de 2 millones de habitantes en tres zonas que juntas suman 91 kilómetros cuadrados, un 45% del territorio de CABA: una pequeña franja en el sur llamada Al Mawasi, la Ciudad de Gaza -una urbe que ya tiene casi 3/4 de sus edificios destruidos o dañados por los bombardeos- y una parte aún no definida de la región centro de la Franja.
Todo indica que los más de dos millones de palestinos no podrán entrar y salir de esas tres zonas sin la autorización del ejército israelí, pese a que el hacinamiento será aún peor que el actual. Israel tiene experiencia en este tipo de ocupación militar: siempre la mantuvo en Cisjordania -otro territorio internacionalmente reconocido como palestino- con un complejo entramado de puestos de controles, un muro y áreas y rutas completamente segregadas, como un verdadero apartheid.
Pero encerrarlos no es el único plan. Por otro lado, Israel impulsa un nuevo mecanismo de entrega y distribución de ayuda humanitaria. Como ni Israel ni sus principales aliados internacionales y mayores donantes internacionales consideran a Hamas como una organización humanitaria, la ayuda humanitaria que se envía a la Franja de Gaza es gestionada por la ONU y otras ONGs humanitarias. Ellas reciben los camiones con comida, agua potable, medicamentos, combustible y otras provisiones, y ellas las distribuyen entre la población civil.
Israel denunció que Hamas se estaba robando la ayuda y, por eso, no permitía su ingreso, acusación que fue nuevamente desmentida por la directora ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, Cindy McCain. "No es así. La gente está desesperada. Entonces ven un camión del Programa Mundial de Alimentos y se tiran encima", contó al canal estadounidense CBS y agregó: "Eso no significa que tengan que ver con Hamas o algún tipo de crimen organizado. Simplemente tiene que ver con que esta gente se está muriendo de hambre. Por eso tenemos que continuar entrando ayuda."
Pero Israel no quiere que la ONU y sus agencias -las mismas que están denunciando los ataques dirigidos a civiles, hospitales y escuelas, y el uso del hambre como un arma- sigan entrando y distribuyendo ayuda a los palestinos. En cambio, según adelantó la prensa israelí, crearon un nuevo mecanismo operado solamente por una nueva y desconocida empresa estadounidense, la Fundación Humanitaria de Gaza, dirigida y compuesta por personas con vínculos directos con el gobierno y el ejército israelíes.
Nadie sabe cómo se financia esta nueva "fundación", a la que el diario The New York Times le puso algunas caras y nombres esta semana: Michael Eisenberg, un inversionista estadounidense-israelí con fuertes vínculos con los colonos religiosos en Cisjordania; Yotam HaCohen, un consultor que trabajó con COGAT, la institución israelí que gobierna los territorios palestinos ocupados, y fue asesor del secretario militar del primer ministro; y Liran Tancman, otro inversor del mundo tecnológico con vínculos con COGAT.
Según el diario norteamericano, ellos trajeron a Philip Reilly, un ex CIA que entrenó a milicianos del grupo de extrema derecha Contra en Nicaragua y llegó a dirigir la oficina de la central de inteligencia en Afganistán, un cargo clave para Washington hace décadas. La empresa de Reilly, continuó el medio, comenzó a operar con autorización israelí en la Franja de Gaza a principio de año cuando, durante la breve tregua en la que se liberó a más de 100 rehenes israelíes y cientos de prisioneros palestinos, registraba a los autos palestinos que circulaban en busca de armas.
Ellos serán los que ahora manejen los cuatros centros de ayuda humanitaria que Israel construyó en Gaza. Allí un representante de cada familia debe ir a buscar el "alimento básico" para cinco días. El ejército israelí cree que cada centro atenderá hasta 300.000 palestinos por semana. Según explicó la "fundación", primero se garantizarán la capacidad de alimentar a 1,2 millones de personas para luego poder abastecer a toda la población. Es decir, los palestinos que se nieguen a abandonar los 3/4 de la franja que quedarán ocupados por Israel no recibirán ninguna ayuda: ni comida, ni agua ni medicamentos.
El plan, obviamente, no convence a la ONU o a las ONGs humanitarias que hace años trabajan en la Franja de Gaza y se ganaron la confianza de las familias palestinas. El jefe para Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas, Tom Fletcher, advirtió en los últimos días que esta supuesta fundación "restringe la ayuda a una sola parte de Gaza, mientras deja a otras necesidades sin cubrir". Además, denunció, "hace que la ayuda esté condicionada a los objetivos políticos y militares (de Israel). Convierte al hambre en una moneda de cambio. Es un show cínico. Una distracción deliberada. Busca tapar la mayor violencia y el mayor desplazamiento forzado que se viene."
Con información de El Destape