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Opinión Modus operandi del capitalismo ???Nac y Pop???

Quien roba a un ladrón, ¿tiene cien años de perdón?

Antonio I. Margariti Economía para Todos

Se trata de la apropiación –con guantes blancos y sin violencia– de $ 8.000 millones retenidos en las estaciones de servicio para pagar el ITC (Impuesto a la Transferencia de Combustibles) y canalizarlos hacia inversiones privadas en empresas destinadas a la ludopatía, a canales partidarios de TV, a emisoras radiales de propaganda progre y a casinos flotantes para eludir impuestos jurisdiccionales.

 

 

 Si se analiza bien esta “avivada criolla”, se advierte que los operativos de marras hubieron de reunir dos condiciones para poder desviar una multimillonaria cifra en tan poco tiempo. En primer lugar, un contacto estable con el más alto nivel del organismo encargado de ejecutar la justicia distributiva, es decir del ente público responsable de repartir la carga fiscal entre todos los habitantes, con equidad y en proporción a su capacidad de pago.  Y, en segundo término, poder influir en la redacción de normas apañadas que permiten desviar legalmente esas fortunas y luego acogerse a larguísimos planes de pago mensuales, con baja tasa de interés y aprovechando la inevitable licuación de la deuda gracias a una inflación galopante que se está acercando, de manera indubitable, al 5 % mensual.

 

Buena reacción del Gobierno

 

 

 Hasta ahora, la reacción oficial ha sido positiva. Consistió en una inmediata, clara e indignada condena del presidente Mauricio Macri, quien mostró su enojo e impotencia para impedir estos latrocinios. Luego en la tibia y “quelónica” acción de la Justicia para allanar oficinas de los responsables. Finalmente, en la acción administrativa tendiente a eliminar la inclusión de empresas petroleras en las insólitas facilidades fiscales otorgadas, pero manteniendo este mismo privilegio a otros rubros que los contribuyentes desconocemos.

 En el fondo, la retención y desvío de tamaña fortuna de $ 8.000 millones, unos U$S 1.450 millones al cambio oficial, pudo haber sido la reedición de antiquísimos refranes de la picaresca hispánica. No pretendemos justificar este modus-operandi, pero tampoco tragarnos sapos admitiendo lo intolerable. Sin embargo, es posible enfocar este curioso suceso recurriendo a la más descarnada ironía o mordacidad. Que es lo que trataremos de hacer a continuación.

 En la narrativa española hay dos antecedentes de suma importancia. Uno corresponde a “La Celestina” (1), obra literaria escrita por Fernando de Rojas en 1499, donde se dice: “Quien engaña al burlador, cien días gana de perdón”. El otro antecedente está refrendado en el libro “La pícara Justina” (2), escrito por Francisco López de Úbeda en 1605, cuando afirma: “Quien roba a un ladrón, tiene cien años de perdón”.

 

 

 Ambos aforismos populares sirven para disculpar, con ironía, a quien comete una mala acción contra un malvado. Con toda transparencia y en el fondo de este enredo, hay que decir que el primer arrebatador no es el empresario cortesano, sino el propio Estado quien a través de los legisladores ha sancionado leyes con impuestos expoliadores, luego por medio del Poder Ejecutivo ha reglamentado esas injustas leyes y con el auxilio inestimable del Poder Judicial ha condenado a los contribuyentes que se atreven a desafiarlas, atándose al frío texto de leyes que sancionan normas de inequidad fiscal. Veamos por qué.

 

Precio del petróleo refinado

 

 

 Con mayor o menor variantes según las jurisdicciones, en Argentina el litro de nafta especial con 98 octanos de capacidad antidetonante, cuesta hoy al usuario final $ 16,80 x litro, equivalentes a U$S 1,20 según el tipo de cambio libre vigente.  Ahora bien, en estos mismos momentos el litro de nafta súper en EE.UU. de América cuesta U$S 0,58 x litro. De manera que como resultado de fracasadas políticas públicas desplegadas durante 12 años por el inepto Ministerio de Planificación, el usuario argentino paga por litro de nafta 2,3 veces más que un simple ciudadano norteamericano. La nafta que cualquier hijo de vecino carga en una estación de servicios local no consiste en lo que los americanos llaman “refined gasoline”, sino en lo que ellos denominan “tax” y nosotros llamamos “impuestos”. En realidad, cuando llenamos el tanque del automóvil, no cargamos combustible sino que cargamos impuestos. Hagamos transparente la realidad virtual que nos impide ver las cosas como son, no como nos la presentan.

 

 

 Todos sabemos que el precio de petróleo mundial tiene dos orígenes: Texas y Mar del Norte. El WTI (West Texas Intermediate) es una corriente de petróleo crudo producido en Texas y el sur de Oklahoma, que sirve como referencia para fijar el precio de otras corrientes de crudo. El Brent es el precio del petróleo producido en el tormentoso Mar del Norte. Ahora bien, ambas cotizaciones varían unos pocos centavos de dólar por barril. Pero el litro de petróleo obtenido por las plataformas submarinas en el Mar del Norte, transportado por buques tanque hasta el Atlántico Sur, desembarcado en Campana o La Plata, puesto en los muelles del puerto, bombeado a los camiones tanque, trasladado a las refinerías y distribuido a las estaciones de servicio de todo el país, cuesta en pesos argentinos $ 3,50. La diferencia entre ese importe y el precio de la nafta, o sean $ 13,30 es un engendro de impuestos y cargas fiscales que se integra con: Impuesto a las Ganancias de personas físicas y sociedades + Impuesto a la renta mínima presunta +IVA + Impuesto al cheque + Impuesto a los depósitos bancarios + Impuesto a Ingresos Brutos + Derechos de registro e inspección + ITC (Impuesto por Transferencia de Combustibles). Es decir que la parafernalia impositiva que nos impone el Estado Colosal que supimos conseguir, se lleva el 79 % del precio de un litro de nafta súper y sólo el 21% es el costo del petróleo refinado venido desde los emiratos árabes o la cuenca del Orinoco. Pues bien el ITC (Impuesto por Transferencia de Combustible) es parte de esos monstruosos impuestos, y es lo que utilizaron los empresarios cortesanos para armar un modus operandi de rápido enriquecimiento privado con fondos públicos.

 

 

 Las preguntas de índole moral que surgen de cualquiera de nosotros, son las siguientes: ¿Quién es el mayor ladrón? y ¿Quién comete el peor delito?

 ¿El empresario “avivado” que retiene y desvía parte del impuesto pagado por el consumidor final cuando carga nafta en su tanque o el “Estado depredador” que usa de la rapiña fiscal saqueando las rentas privadas con tamaña fiscalidad para terminar despilfarrando el dinero del pueblo en frivolidades, subsidios demagógicos, sobrecostos de la obra pública y fondos que van a parar al bolsillo de funcionarios inescrupulosos? Mauricio Macri prometió que nunca iba a mentir y que siempre diría la verdad, del mismo modo nosotros –el pueblo– podemos pedirle afectuosamente que ponga prontamente manos a una profunda reforma impositiva y termine exterminando la inflación.

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