La visita de Obama a Europa ha tenido como prioridad impulsar el acuerdo de libre comercio entre su país y la UE, llamado Transatlántico y TTIP por su sigla en inglés. A menos de seis meses de las elecciones presidenciales de las que surgirá su sucesor, trata de lograr que dicho acuerdo se firme antes que finalice su mandato, o por lo menos que quede encauzado. El acuerdo de libre comercio Transpacífico fue firmado el año pasado por 12 países de la cuenca del Pacífico.
Dentro de sus miembros se encuentra, Canadá, Japón y otros cuatro países de Asia –con la exclusión de China–, Australia, Nueva Zelanda y tres países de América Latina (México, Perú y Chile). Si logra firmar el acuerdo Transatlántico, que sumará a los 28 países de la UE con EE.UU. en una gran zona de libre comercio, Obama habrá logrado crear un espacio geoeconómico de 40 países, que se despliegan desde la frontera con China en el oeste, hasta la de Rusia en el este, reuniendo en conjunto dos tercios de la economía mundial. Se trata de una idea estratégica, que utiliza la geoeconomía como herramienta para alcanzar resultados geopolíticos.
El tratado de libre comercio entre Canadá y Europa, permite a Obama atizarlo como guía para el que se negocia entre Washington y Bruselas. En consonancia –y en línea con Cameron–, el presidente norteamericano dejó en claro que si se produce el “Brexit”, Gran Bretaña queda fuera de estos acuerdos hasta tanto restaure lazos con Europa.
Pero también en Europa, Obama pidió a sus aliados que aumenten el gasto en defensa y tenga mayor participación en la guerra contra el Estado Islámico (IS). Se reunió con el presidente de Francia y los primeros ministros de Alemania, el Reino Unido e Italia. Estos cuatro países, además de ser las economías más grandes de Europa, tienen las Fuerzas Armadas más importantes del continente.
Los acuerdos de la OTAN exigen un nivel determinado de gasto militar, al cual la mayoría de los miembros europeos no se han adecuado. Con la excepción de algunos países de la ex URSS, que se sienten amenazados por Rusia, como los Bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), que superan el nivel requerido por la OTAN. Junto con este pedido, el presidente estadounidense reclamó mayor compromiso europeo en la lucha contra el IS en Siria, Irak y Libia.
Esto fue planteado en un doble sentido. Por un lado, contribuir por esta vía a moderar el flujo migratorio desde estos países hacia Europa, en gran medida impulsado por los conflictos bélicos que viven. Por otro, desarticular la organización terrorista islámica que más amenaza a los países del continente. Rompiendo con su tradición de posguerra, Alemania ha instalado una base militar en Turquía con centenares de hombres desplegados en el terreno en forma permanente. EE.UU. como gesto, anunció al mismo tiempo que refuerza su contingente terrestre en Siria con 250 hombres más.
Antes de visitar Europa, Obama estuvo en Arabia Saudita, tratando de reconstruir la alianza con las monarquías del Golfo, debilitadas por el acuerdo nuclear con Irán. La alianza entre Washington y Ryad lleva 70 años desde su establecimiento –tras la Segunda Guerra Mundial– en función del interés estadounidense de abastecerse de petróleo del primer exportador del mundo.
Esta alianza se extendió a las otras cinco monarquías del Golfo, de las cuales son todas sunnitas como los saudíes, con la sola excepción de Omán. La Casa Real Saudita piensa que EE.UU. ha roto de hecho esta alianza al levantar las sanciones contra Irán, situación que permite a este país mayor proyección regional, cuando tiene alineados a los gobiernos de Irak y Siria y también a las milicias chiítas de Yemen.
Arabia Saudita, consciente de que en el largo plazo no puede seguir dependiendo de la exportación de petróleo –cuyo precio considera ha bajado en forma permanente y no transitoria– ha elaborado su proyecto “Visión 2030”, en función del cual aspira a invertir fuera del país en negocios productivos, que le permitan transformar su economía y diversificarse.
Pero al mismo tiempo, ante el riesgo que implica un Irán sin sanciones, Arabia Saudita ha incrementado fuertemente su gasto militar, superando en 2015 a Rusia, con lo cual tiene el tercer presupuesto de defensa del mundo. Obama parece haber logrado cierto acercamiento, con estos países para combatir al EI, pero dista de haber recompuesto la alianza preexistente.
Si bien la idea geopolítica de Obama busca contener a China y Rusia, la relación de ellas con EE.UU. es diferente. La primera se asume como una potencia global, dispuesta a disputar a Washington la hegemonía en Asia y en el Pacífico, con la particularidad, que no intenta expandirse militarmente más allá de su propia región y evita los choques.
Pese a ello, la semana pasada, como respuesta a las críticas de la Administración Obama por la falta de libertad en China, su gobierno denunció las supuestas violaciones a los derechos humanos por parte de EE.UU., denunciando las torturas de la CIA, las “víctimas colaterales” en los ataques con drones y la discriminación de las minorías afro a hispana. Rusia en cambio esgrime su poder militar como respuesta frente a los países de la OTAN.
El sobrevuelo amenazante de aviones militares rusos sobre un destructor de la US Navy en el Mar Báltico es una manifestación de ello. La tregua que se vive en Ucrania permitió, por primera vez en dos años, un contacto entre las Fuerzas Armadas rusas y la OTAN, los que eran frecuentes y sistemáticos antes. Pero el encuentro mostró las diferencias y conflictos que existen por ahora.
En este contexto, la diplomacia estadounidense debería evitar una alianza mayor entre Rusia y China, creando un gran espacio euro-asiático, como el que se constituyó en el “Gran de Shanghai” que integran ambas potencias y cuatro de los cinco países de Asia Central.
Si bien entre China y Rusia no hay una alianza militar como la de EE.UU. y Europa en el marco de la OTAN, ambas tienen un interés común: frenar la presencia militar de EE.UU. en su entorno geográfico inmediato. En conclusión: Obama en Europa buscó impulsar el acuerdo Trasatlántico, que junto con el Transpacífico firmado el año pasado, permite a EE.UU. crear una gran zona de libre comercio.