En su célebre discurso sobre Florencia, Giovanni Papini subraya que los habitantes de esa ciudad se han convertido en “porteros de salas mortuorias”, porque no han hecho nada por agregar valor artístico a los Giotto, Leonardo, Botticelli, Dante y Miguel Ángel de otros tiempos. Afirma que esos habitantes sólo lucran con sus ancestros sin preocuparse por ningún valor agregado; sin embargo, el propio Papini ha hecho lo contrario con sus escritos monumentales.
En nuestro mundo de hoy se observa que como eje central no solamente que se ha hecho muy poco por conservar los valores esenciales de la civilización, sino que se ha hecho bastante por demolerlos. No hay más que mirar a los Stalin y Hitler y sus imitadores de nuestra época para horrorizarse frente a tanta miseria y muerte. Los modales han cambiado, el uso de lenguaje soez se hace cada vez más común, empleado por muchos que no se percatan que lo referido a la cloaca convierte a todo en un estercolero.
El valor de la palabra empeñada ha decaído significativamente. La institución familiar para formar almas se ha deteriorado en grado superlativo. Pero lo más importante es la falta de respeto recíproco y esto se concreta en el avasallamiento paulatino de la propiedad, comenzando por la preservación y la decisión respecto al propio cuerpo, a continuación la libre expresión del pensamiento de cada cual y siguiendo con el uso y la disposición de lo adquirido por parte de cada uno de manera legítima. Una tríada en definitiva indivisible.
La privacidad o intimidad es lo exclusivo, lo propio, lo suyo, la vida humana es inseparable de lo privado o privativo de uno. Milan Kundera anota en La insoportable levedad del ser: “La persona que pierde su intimidad lo pierde todo”.
Lo personal es lo que se conforma en lo íntimo de cada uno, constituye su aspecto medular y característico. Es la base del derecho. Es el primer paso del derecho de propiedad. Los instrumentos modernos de gran sofisticación permiten invadir la privacidad, sea a través de rayos infrarrojos, captación de ondas sonoras a larga distancia, cámaras ocultas para filmar, fotografías de alta precisión, espionaje de correos electrónicos y demás parafernalia pueden anular la vida propiamente humana, es decir, la que se sustrae al escrutinio público.
Todas las Constituciones civilizadas declaran preservar la privacidad de las personas, pero en muchos casos es letra muerta debido a la permanente acción avasalladora de las impertinentes estructuras gubernamentales que se hacen presentes en los vericuetos y los recovecos más íntimos del ser humano. Esa intimidad de la que nace su diferenciación y su unicidad, que, como escribe Julián Marías en Persona, es “mucho más que lo que aparece en el espejo”.
Respecto de la libertad de expresión, inseparable de una sociedad libre, puede resumirse en el siguiente decálogo. Primero, absolutamente todo debe permitirse que se exprese, lo cual no es óbice para que los que se sientan damnificados de algún modo recurran a la Justicia para su debida reparación. De lo que se trata es de abrogar toda posibilidad de censura previa.
Segundo, lo anterior incluye ideas consideradas disolventes, las cuales deben ser discutidas abiertamente, pero nunca aplicar criterios inquisitoriales.
Tercero, no deben existir agencias oficiales de noticias al efecto de evitar la tentación de utilizarlas políticamente.
Cuarto, el espectro electromagnético y las señales televisivas (y las respectivas definiciones de los anchos de banda) deben asignarse en propiedad y eliminar la peligrosa figura de la concesión.
Quinto, los gobiernos no deben contar con medios de comunicación estatales ni involucrarse en relación alguna con la prensa oral o escrita.
Sexto, no debe existir organismo de control de ningún tipo, incluidos los llamados horarios para menores en un contexto de satélites que toman señales de muy diversos husos horarios, situaciones que quedan reservadas a los padres y a las codificaciones y las limitaciones de los propios medios.
Séptimo, afecta la libertad de prensa el establecimiento de topes monetarios para la financiación de campañas electorales, puesto que la independencia de los gobiernos respecto de pretendidos empresarios que esperan favores a cambio debe ser por la vía institucional, a través de la preservación de las respectivas independencias en un sistema republicano, mediante normas compatibles con el derecho para evitar la cópula entre el poder y el mundo de los negocios.
Octavo, bajo ningún concepto se debe promulgar una ley de medios, ya que esto significa restringir y politizar la libertad de prensa y la cambiante pluralidad de voces.
Noveno, quienes estimen que pueden imprimir o decir de mejor manera lo pueden hacer instalando otro medio (y si no disponen de los recursos necesarios, los reclutan en el mercado local o internacional,.
Y décimo, cuando se hace alusión a la competencia, no se está definiendo a priori cuántos proveedores de cierto bien o servicio debe haber, pueden existir miles, uno o ninguno (y las situaciones no son irrevocables sino cambiantes), como queda dicho el tema crucial es que el mercado se encuentre abierto y libre de trabas de toda índole para que, en nuestro caso, cualquiera que contemple un proyecto periodístico lo pueda ejecutar (lo cual, claro está, no garantiza su éxito).
Por último, como se ha señalado en incontable oportunidades, en la medida en que se afecte la propiedad se desfiguran los precios, con lo que se dificulta la contabilidad, la evaluación de proyectos y, consiguientemente, el cálculo económico en general, con lo que la pobreza es inexorable. Esto es a lo que han conducido todos los socialismos en oposición a los valores y los principios en los que descansa la sociedad abierta.
La destrucción de valores entonces opera por muy variados andariveles, pero el respeto recíproco basado en la propiedad de cada cual constituye un aspecto vital que, si se subestima y conculca, indefectiblemente los avances de la humanidad se retrotraerán a la edad de los cavernícolas.