Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Opinión Capital

Con carnet vencido de hombres

Conmoción en toda la provincia por un nuevo ataque a una mujer. La víctima fatal era madre de cuatro menores, quienes estaban en el colegio cuando se produjo el incidente.

“Maté a mi mujer”, espeta el violento con espanto en el tono de voz, que se conjuga con el monocorde silencio de la guardia policial; interrumpido —de vez en vez— por las alertas de la radio central o los ruidosos sorbos a la bombilla del mate.

 

 

Luego vendrá, en el relato ante el sumariante de seccional, una sucesión de excusas bastardas: “Porque era mía”, “porque salía con otro” o “porque me trataba mal”.

 

 

Los terratenientes del machismo decadente, que campean sus miserias en la intimidad de viviendas que, —antes de ser infierno— tuvieron calor de hogar, no pueden exhibir ante la requisitoria de las autoridades el “boleto de compra de vida ajena”, que los hizo poseedores de sus víctimas. En ningún caso.

 

 

La asamblea del año trece abolió definitivamente la esclavitud en nuestro país y ellos —desde la supina testarudez que implica el exceso de testosterona en pequeños cerebros patriarcales— se resisten.

 

 

Es tal la cobardía que matan por miedo. Por temor a mujeres valientes que enfrentan sus tropelías con dignidad. Que ponen frenos, que defienden la alegría, que no se resignan a ser carne de abuso, que dicen “sí” cuando quieren, pero tienen también la inconmensurable capacidad de imponer con autoridad un “no” que —para ellos— resulta una afrenta inconcebible.

Seres bípedos con carnet vencido de hombres. Sin abuela ni madre ni hijas. Hombres tan poco hombres, tan poco dignos; tan nada. Tan mínimos que por matar, asesinan.

 

 

Que van por la vida disfrazados de “machos” y consuman atrocidades que serían incapaces de intentar con sus pares. Hombres bestias como puñales, como sogas, como golpes de puño contra la impotencia de no poseer.

 

 

Son los que están dejando niños huérfanos de padre y madre en nuestra tierra.

 

 

Niños que crecerán bajo la tutela de abuelos destrozados, parientes o, en el peor de los casos, del Estado. “Ni uno más en la calle”, debería ser el lema. Urgente.

Seguí a Nuevo Diario Web en google news

Los comentarios de este artículo se encuentran deshabilitados.

Te puede interesar

Teclas de acceso