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Opinión En el sendero de la recuperación económica

Entre el desencanto y la esperanza

José María Rodríguez

Economista

Incorporar el calendario a los resultados esperados de una política económica se parece más a un acertijo que a un análisis profesional, más aún cuando se parte de una situación tan compleja como la existente en la Argentina a diciembre de 2015. No obstante, es posible establecer grandes líneas respecto de la evolución de la economía, a partir del diagnóstico, del conjunto de medidas tomadas por el Gobierno y del contexto interno e internacional.

 

 

El diagnóstico de la economía al momento de asumir el Gobierno de Mauricio Macri era poco alentador. Un nivel de actividad con claros signos de estancamiento, baja capacidad de la economía para crear empleo genuino, inflación consolidada entre el 25 y 30%, un fenomenal atraso en las tarifas de los servicios públicos, un grave desequilibrio fiscal y de balance de pagos, mercado internacional de capitales cerrados para el país, atraso cambiario, gravísimo problema de confianza en las decisiones del Gobierno, infraestructura colapsada, entre otras.

 

 

Esta situación es la consecuencia de haber implementado por varios años políticas orientadas a mostrar resultados, reales o aparentes, inmediatos. Este tipo de estrategia tiene algún grado de éxito mientras hay disponibles en la economía stocks, tangibles o intangibles. Así, en la Argentina, se consumieron los stocks ganadero, energético, de infraestructura, ahorros del sistema jubilatorios, reservas del BCRA y niveles de confianza. Cuando estos se agotan, insistir en esta estrategia lleva a profundizar las distorsiones y los desequilibrios macroeconómicos, magnificando de esta manera los obstáculos al crecimiento económico.

 

 

Sin embargo, un cambio de rumbo hacia un horizonte más racional en el manejo económico no implica una inmediata reversión de las condiciones. La transición planteaba enormes costos inmediatos, tanto económicos como políticos, con limitada capacidad del nuevo gobierno para implementar una amplia red de compensaciones. De esta manera, se está ante un problema intertemporal, que suele ser menos complejo de resolver ante la amenaza de una crisis económica profunda, que predispone a la sociedad a aceptar en mayor medida los efectos iniciales de las reformas. Éste no es el caso actual de la Argentina.

 

 

Dentro de las medidas económica tomadas por el nuevo Gobierno, se encuentran la eliminación del cepo cambiario, con la consecuente devaluación de la moneda, desregulación de los mercados (llámese desmorenizar el comercio interno) y fuerte ajuste -aunque parcial- en las tarifas de los servicios públicos. De esta manera, se tiende a eliminar la inflación reprimida, causando un impacto de corto plazo en el nivel general de precios, que unido a la política monetaria fuertemente restrictiva contraen el nivel de consumo de la población.

Si bien el sinceramiento de la economía tendrá un efecto positivo sobre la confianza, origina un inevitable impacto negativo sobre el nivel de actividad. Este resultado era esperable, ya que ningún plan de estabilización tiene efectos iniciales reactivantes; el nivel de precios da un salto, el salario real se licúa, y el gasto se contrae, efectos que se manifestaron en los primeros meses del año. No obstante, el impacto inicial comenzará a diluirse con el tiempo, dando paso a los efectos originados por las mejoras en la confianza, que alentarán el consumo y la inversión. Este encadenamiento de hechos es, tal vez, el que ha llevado al Gobierno a asociar la recuperación con el segundo semestre. Sin embargo, no es una cuestión de calendario, sino de la respuesta de la economía al conjunto de medidas tomadas.

 

 

Para aliviar los costos económicos y políticos inmediatos, se apuesta a un ambicioso plan de infraestructura y al proyecto de reparación histórica con los jubilados, apelando al financiamiento externo. La corrección del déficit fiscal quedará para los momentos de bonanza, y es en este aspecto donde se presentan las mayores dudas. Mientras mayor sea el déficit fiscal, más contractiva deberá ser la política monetaria y mayor la apreciación cambiara requerida, planteando un delicado equilibrio entre reducir los niveles de inflación y evitar una mayor contracción del nivel de actividad. En este aspecto, la política económica tiene algo de ciencia y mucho de arte.

Si bien el Gobierno ha planteado el combate a la inflación como uno de los principales objetivos de política económica, es claro que intenta no descuidar el capital político que genera la actividad económica y el empleo. En esta estrategia, el gobierno es probable que considere que una política fiscal marcadamente contractiva podría acentuar la caída del gasto agregado y con ello agravar aún más el déficit fiscal, condición que se podría tornar explosiva.

 

 

De esta manera, una vez pasado el cimbronazo inicial que está causando el reacomodamiento de precios relativos, ocurrido mayormente en los primeros meses del año, donde la inflación anualizada se ubicó por encima del 40%, se irá convergiendo lentamente hacia niveles de inflación más razonables. Es de esperar que la inflación anualizada de los últimos meses del año se ubique en valores que ronden entre el 20 y el 25%. Los niveles de inflación comparables a muchos de nuestros países vecinos, deberá esperar, sin duda, varios semestres.

 

 

La recuperación del nivel de actividad estará muy lejos de ser explosiva. En el mejor de los casos, se podrá esperar en el segundo semestre las primeras señales de recuperación impulsadas por la evolución del consumo y las exportaciones, en tanto que la inversión se presentará algo más dilatada en el tiempo. De esta manera, el mercado laboral comenzará a mostrar un mayor dinamismo a partir de finales de 2016 y principios del próximo año.

 

 

Haber asociado los beneficios de las medidas económicas al segundo semestre fue seguramente una sobreestimación del impacto de las expectativas y por no haber considerado plenamente la magnitud de las distorsiones existentes. Si bien la segunda mitad del año no será la tierra prometida, y bajo el escenario de que el mundo no se le caerá encima a la Argentina, sobre todo después del Brexit, la novedad será que la economía detuvo la caída y que la mayoría de las variables macroeconómicas comenzarán a mostrar una tendencia más alentadora.

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