La tensión entre los EE.UU. y Rusia ha terminado con la esperanza de paz en Siria, por lo menos en el corto plazo.
La ofensiva de las fuerzas sirias con apoyo ruso sobre los rebeldes en la ciudad de Alepo ha sido el desencadenante de la decisión estadounidense de dejar de cooperar con Rusia en este país.
Para Moscú, fuerzas estadounidenses dieron muerte a decenas de civiles sirios y para Washington la ofensiva sobre dicha ciudad siria rompió el cese de fuego acordado.
Si bien tanto EE.UU. como Rusia coinciden en atacar al EI y sus aliados, mientras el primero apoya a milicias opositoras sirias que combaten contra el gobierno, la segunda las combate junto a las fuerzas gubernamentales.
Los procesos electorales que tienen lugar en ambos países inciden en su accionar en el conflicto sirio. En las elecciones para renovar la Duma rusa que tuvieron lugar el 18 de septiembre, Vladimir Putin obtuvo un categórico triunfo obteniendo 50% de los votos y quedando con tres cuartas partes de los legisladores.
Ganó tras una campaña muy nacionalista y conservadora. Fortalecido con este éxito avanzó en Siria desafiando a los EE.UU., aún a riesgo de una ruptura como finalmente ocurrió.
Por su parte, la elección presidencial estadounidense está a casi un mes, con paridad entre los dos candidatos, quienes tienen posturas muy diferentes frente a Rusia. Mientras Trump se muestra amigable con Putin aún a riesgo de debilitar la OTAN, Clinton mantiene la misma postura que Obama.
Entrando en 2017, en las elecciones generales de Holanda que tienen lugar el 15 de marzo, está primero un partido anti-islámico y antieuropeo. Lo mismo sucede en las elecciones presidenciales de Francia, que tienen lugar entre abril y mayo (primera y segunda vuelta), en las que la candidata del Frente Nacional (Le Pen) está primera y en Alemania, que renueva gobierno en septiembre, crecen las fuerzas nacionalistas y anti-inmigración donde actúan elementos neonazis.
Las elecciones que tendrán lugar dentro de la UE en el próximo año pueden incrementar la inestabilidad de Europa y exacerbar los conflictos en torno a la inmigración.
En América Latina, el rechazo del Sí en el referéndum de Colombia impide cerrar el conflicto protagonizado por la última guerrilla del continente que lleva 52 años. Los muertos se acercan al cuarto de millón. Pero el acuerdo firmado el 16 de septiembre entre el gobierno del presidente Santos y el líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), quedó anulado porque el No se impuso por 50,2% en un referéndum en el que votó el 38% de los electores, lo que no es extraño en un país de voto voluntario.
El secretario general de la UN había celebrado el acuerdo, mostrándolo como un ejemplo frente a la frustración que se vive por la prolongación de la guerra en Siria.
La cuestión es que el acuerdo ha quedado anulado, el presidente Santos muy debilitado y aunque las partes dicen que renegociarán el acuerdo para eliminar cláusulas que resultaban impopulares, es incierto que sucederá.
El presidente Santos se reúne con el ex presidente Uribe que impulsó el No y anunció que el cese de fuego se mantiene hasta el 31 de octubre.
El Vaticano también había participado en la negociación y había celebrado el acuerdo.
Al mismo tiempo, la visita del papa Francisco a dos países del Cáucaso muestra que aún la figura más popular en el ámbito mundial encuentra limitaciones y rechazos en zonas de tensión.
A mediados de septiembre, el Jefe de la Iglesia Católica volvió a reunir en Asís, en el norte de Italia, a 500 representantes de las tres religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e islamismo en sus diversas variantes) y de las seis politeístas (budismo, hinduismo, shintoismo, zoroastrismo, sijismo y jainismo).
Fue un encuentro mundial de religiones que llegó más allá del diálogo inter-religioso dentro de las tres ramas del monoteísmo, para ampliarlo a las seis más relevantes de quienes creen que hay más de un Dios.