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Opinión Redacción del Nuevo Diario

La guaracha vende, y Santiago sigue brillando

Lejos quedaron los tiempos en que el interior profundo era mirado con condescendencia desde los grandes centros urbanos. Hoy, Santiago del Estero no espera a ser invitado a la fiesta: es quien pone la música, organiza y llena el salón.

Algo está ocurriendo en Santiago del Estero, y ya no se trata de un fenómeno aislado. Desde los escenarios locales hasta las transmisiones en vivo que rompen récords, el país entero comienza a poner los ojos sobre una provincia que, con identidad y ritmo propio, se posiciona como un nuevo epicentro cultural, deportivo y turístico.

La reciente marca alcanzada por Alejandro Veliz en el programa de streaming Un Poco de Ruido, pasando el millón de visitas en horas, no es simplemente un número: es una declaración. Con 103 mil dispositivos conectados de forma simultánea, superando incluso al querido Dany Hoyos —otro ícono de la guaracha santiagueña—, quedó demostrado que este género no es solo música de fiesta, sino un lenguaje de pertenencia y orgullo local, parte del orgulloso folclore santiagueño, que durante muchos años estuvo relegado debido a su popularidad y se supo ganar su lugar.

 

La guaracha vende, y lo hace porque conecta

En tiempos donde todo parece volátil y descartable, el ritmo nacido en las calles y los barrios de Santiago tiene un pulso genuino, que habla de alegría, de comunidad, de historias compartidas, de familia, desamor y fiesta. No es casual que los grandes nombres de la guaracha sean los que llenan los clubes, conquisten las plataformas digitales y se conviertan en embajadores culturales sin necesidad de grandes campañas de marketing.

Pero la música es solo una parte de la historia. Santiago del Estero vibra en múltiples frentes. Central Córdoba juega la Copa Libertadores, consolidando una presencia internacional. Las selecciones de hockey eligen disputar partidos en suelo santiagueño. El MotoGP convierte a Las Termas de Río Hondo en un centro neurálgico del deporte motor. Y, muchas cosas más de las que podemos escribir, detrás de todo esto, crece una identidad que no pide permiso para ser protagonista.

Lejos quedaron los tiempos en que el interior profundo era mirado con condescendencia desde los grandes centros urbanos. Hoy, Santiago del Estero no espera a ser invitado a la fiesta: es quien pone la música, organiza la pista y llena el salón. Y si en 2024 ya se sentían las primeras señales, 2025 promete ser el gran año de consagración.

 

Por eso, no sorprende que plataformas como Un Poco de Ruido —que podrían haber apostado por artistas nacionales de otras provincias— elijan a los talentos santiagueños. ¿Por qué? Porque saben que aquí no hay solo talento: hay comunidad, hay historia, hay un fervor que no se mide solo en cifras de visualización, sino en emoción compartida. Y segundo, porque Koly, Leo Dan y Jorge Véliz, entre los innumerables gigantescos compositores y artistas de nuestra chacarera, zambas y vidalas, han habitado los barrios populares de todo el país desde hace décadas.

La guaracha vende. Pero sobre todo, Santiago late. Y lo hace cada vez más fuerte, marcando el compás de un nuevo tiempo que, por fin, empieza a escucharse en todo el país.

Dalton Sayago

 

Redacción del Nuevo Diario

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