No hacen falta intrincados análisis macroeconómicos para comprender que el Gobierno de Mauricio Macri está atascado en un pantano del que le cuesta salir.
La ciénaga
Esa ciénaga no ha sido creación suya, se produjo por el diluvio de chapucerías y embustes perpetrados por gobernantes incompetentes y usureros de alma. Su única preocupación fue embolsar la mayor cantidad de dinero posible, sin parar mientes que estaban cometiendo delitos. La visión de una caja fuerte repleta de dólares les producía “éxtasis”; manifestaban que “para hacer política hacía falta mucho dinero”; creían a pie juntillas que “el poder político significa arrebatar bienes ajenos”; ostentaban las suntuosidades más obscenas; y disponían de fondos públicos como si tuvieran “un derecho regio al sobreprecio de las licitaciones”.
Es posible que el laberinto en que estamos enredados se estimule desde el ámbito opositor y que no esté agravado por discordias o ambiciones internas del equipo gobernante. Si fuese esto último, sería mucho más grave. El atolladero, en parte, es consecuencia del pésimo asesoramiento de los expertos en marketing político. Estos personajes generalmente aconsejan, tanto a políticos novicios e idealistas como a curtidos militantes de baja estofa, que se abstengan de hacer inventarios sobre la quiebra moral y económica en que encontraron al país.
Desde adentro y afuera se critica al Gobierno porque no sabe comunicar sus logros. Muchos funcionarios están convencidos de que sí lo hacen y terminan enojándose con quienes los señalan. Pero ocurre que comunicar no es lo mismo que explicar. Comunicar es una técnica informativa que apela a transmitir y avisar lo que se hizo, sin muchas aclaraciones. Cuando se comunica, el pueblo queda notificado y punto.
En cambio explicar es otra cosa. Consiste en dar razón de las acciones y decisiones del Gobierno a partir de sus creencias y de las intenciones que le dan sentido. Cuando se explica, el pueblo interpreta la razón de una medida y comprende el sentido de lo que están haciendo. Así puede entenderlo y compartirlo. Pero para poder explicar, el Gobierno tendría que estar convencido de lo que hace, sabiendo por qué lo hace.
El Gobierno de Mauricio Macri nunca explicó que había recibido una herencia inmanejable caracterizada por un Estado absolutista, que pretendía inmiscuirse en las intimidades más recónditas de la vida privada.
Qué debería hacer.
- La primera prioridad debiese haber sido la reestructuración del Estado, mostrando con trazos gruesos la maraña del organigrama de la Administración Pública: ministerios, secretarías, direcciones, organismos, reparticiones y cuevas burocráticas. Luego, presentar al país un organigrama ideal y simplificado al que se aspira para que no existan más despilfarros ni coimas ni sobreprecios ni arbitrarias decisiones disponiendo de la vida y el patrimonio de la gente.
- La segunda prioridad hubiese sido la de fijar un límite preciso del monto del gasto público prohibiendo que exceda más del 25% del PBI del año precedente, para que la sociedad integrada por trabajadores, jubilados, estudiantes, profesionales, amas de casa y empresarios pudieran disponer del 75% restante, dividido en tres partes: para consumo personal y familiar, para mantenimiento del capital utilizado y para renovar e incrementar el capital disponible a efectos de asegurar el crecimiento de la economía. Por eso, sólo una cuarta parte tendría que adjudicarse al Estado en lugar del 65% que hoy ostenta.
- La tercera prioridad consiste en elaborar un plan para liquidar la inflación y eliminar el déficit del presupuesto sin aumentar impuestos ni afectar economías domésticas.
- La cuarta prioridad es el inevitable programa para eliminar trámites, registros, inscripciones, habilitaciones y procedimientos reduciendo el gasto público a una cuarta parte del PBI sin mandar a la intemperie de la desocupación a casi 2 millones de empleados públicos sobrantes, cuya presencia activa obstaculiza la vida normal del país porque ocupan oficinas y engendran trámites generalmente innecesarios, inútiles, artificiales y ridículos.
- La quinta prioridad es un serio proyecto para reformar el sistema impositivo incluyendo los criterios de coparticipación para eliminar la mayoría de los 96 impuestos actualmente vigentes y reemplazarlos por dos impuestos básicos: uno al ingreso de las personas físicas y otro al volumen de los negocios de sociedades y compañías. El nuevo sistema impositivo debiera financiar gastos públicos hasta el tope máximo del 25% del PBI del año anterior.
Pero hoy nos encontramos con que no hay plan antiinflacionario ni propuesta de reforma del sistema impositivo ni programa de reducción del gasto público ni proyecto para financiar transitoriamente a millones de personas desmovilizadas del Estado hasta que encuentren trabajo digno y bien remunerado en actividades productivas y no sólo moviendo expedientes o trabando la acción de los que quieren hacer cosas útiles.
Por estas carencias de planes, por omitir el contenido moral de nuestra crisis y por la absoluta falta de explicaciones, desdichadamente el Gobierno que inspiró una gran ilusión y confianza inicial, hoy está metido en un atolladero; apremiado por sus opositores políticos; criticado por algunos referentes populares incluyendo dirigentes religiosos; y desafiado por los integrantes de la misma banda que estuvo convirtiendo al Estado argentino en un vasto latrocinio.